7. Errores

1K 58 34
                                    


Charlotte Harrison

Mis dedos tamborilean una y otra vez en la mesa de madera. No dejan de rondar por mi mente los besos calientes y las caricias candentes del señor oscuro. «¡Siento que me volveré loca!». Lo peor de todo es que, lejos de sentirme culpable, ahora es que lo disfruto.

—No quería decírtelo pero...

—¡Cállate Izan! De verdad, la harás sentir mal.

Izan hace un gesto divertido mostrando su dentadura blanca. Debería de odiarlo en este momento por sus palabras, pero la verdad es que tiene mucha más razón que Nay.

Estamos los tres sentados en una cafetería que queda a dos calles de la empresa. Siempre venimos a desayunar a éste lugar, es lindo y tiene ese toque moderno y tranquilo. Cómo debería de ser en realidad una cafetería. A pesar de ser la hora de la comida, el lugar ni siquiera está a reventar de gente porque en su lugar, hay estudiantes con portátiles y listos de café en mano. «Pobres universitarios», pienso.

—No quiero ser parte del club de Izan, yo... yo...

—Tú eres una dulce mujer, pajarita.

Pajarita. Lo miro extrañada y Nay también.

—Hace tiempo que no me llamabas así —le digo dándole un mordisco al sándwich que devoro.

—Lo sé.

—En serio, que raritos son.

—¿Ya puedo decirte puchurrumin? —le pregunto soltando una carcajada.

Nay pone los ojos en blanco, consciente de que no le agrada para nada nuestros apodos. Porque si, Nay se ha ganado esos dos apodos gracias a unos ex novios que tuvo en su momento, «muy desagradables, por cierto». Y de ahí los robamos para decirnos así.

—Los odio —agrega mi amiga dándole un sorbo al café helado que sostiene. —Ya dejen de joder, teníamos dieciocho años, no sabíamos nada sobre el amor.

—Te corrijo amiga —le interrumpe Izan —, pero sigues sin saber nada del amor.

—¡Uy si! Habla el mujeriego, el gigoló.

Izan vuelve a reírse. Lo odio, siempre es optimista y se ríe de cualquier situación.

—No te preocupes, para la próxima, te invito a una de mis sesiones sexuales.

—Quisieras, antes muerta que follada por ti —responde Nay.

—Nunca digas de esa agua no beberé, florecita.

Decido seguir comiendo escuchando a mis amigos discutir.

—El que no tenga novio, y que nadie me haya propuesto ni siquiera ser su amante —hace énfasis en la última palabra —, no quiere decir que no sepa de qué trata.

—¡A mí no me han propuesto nada! —me defiendo —¡Por Dios! Yo si soy una mujer casada —susurro esto último mirando para todos lados señalándome el anillo en mi dedo.

Nay se hace la ofendida, o en realidad no sé si se ofendió, pero agradezco tanto cuando Izan cambia de tema. Izan es de esos tipos que, cuando nota que la situación se está poniendo tensa, prefiere animar y cambiar el tema. Lo cual agradecemos, porque si, Nay y yo podemos ser las mejores amigas, pero nuestras personalidades y actitudes siempre chocan.

Después de comer nos devolvemos cada quien a su lugar de trabajo. Pasadas las cuatro de la tarde recibo un mensaje de Oliver comunicándome que no podrá pasar a recogerme, por lo tanto, opto por pedirle a Izan que me lleve a casa.

PERVERSOS 1° SeducciónWhere stories live. Discover now