8. Prohibido

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Marcus Meyer

No soy tonto, sabía que Oliver no estaría, así como también sabía que Mercy llegaría tarde gracias a la dichosa cena que yo mismo le dije hiciera para mi mejor amigo y su esposa.

Ja, mejor amigo.

Sé que sueno hipócrita, pero lo sigo siendo. «Mientras no se entere, claro». Aunque quizás, ya no me quede del todo ese término. Amigo, soy un mal amigo. Y lo peor del caso es que no me siento ni culpable por lo que hicimos.

Me apresuro al elevador recordando sus gemidos en mi boca, su sabor en mi lengua y los pezones rosados deliciosos que acaricié con ella. No es un secreto que me gusten tanto las mujeres. Quiero a Mercy, obviamente. Pero esa mujer la he deseado desde el momento en el que la vi.

—Hijo.

Mierda.

Pensé que la voz de mi padre solo estaba en mis pensamientos apareciendose cuando hago algo mal. Pero por lo visto ya hasta lo estoy viendo en carne y hueso.

—Papi —le respondo como las gemelas lo hacen: con su chillona voz.

Esas dos listillas en todo están.

Camino con paso decidido y mentón elevado cuando lo veo. Llevo el saco en la mano y los pantalones bien puestos. Sé que me reprochará, pero tranquilízare las aguas cuando le diga que Oliver vive en el mismo edificio que Mercy y yo.

—¿Así te vas a la oficina? —aquí vamos... —¿Con la ropa desaliñada, el pelo alborotado y la bragueta abajo?

¡Mierda, la bragueta!. La cierro disimuladamente mientras abro la puerta. Le cedo el paso, y éste se adentra a nuestro piso. Afortunadamente huele a limpio, Mercy es de esas mujeres que lo quieren y lo piden todo limpio.

—Buen lugar —comienza hablando inspeccionando cada área del apartamento.

Camina por los pasillos, recorre las cuatro alcobas así como también abre la puerta del balcón de mi piso.

—¿Y Mercy? —pregunta. —Quisiera saludarla, ¿Dónde está?

—Mercy no está —contesto encaminandome al minibar. —¿Quieres un trago? No tarda en llegar.

Se queda callado. Sigue sin creerse que me casé por "amor" y no por conveniencia. Aunque en realidad, de Mercy no hay mucho que obtener, en todo caso sería todo lo contrario.

Le sirvo un trago de whisky mientras toma asiento en los sofás de piel. Va de traje oscuro bien alineado como siempre. Estiró la mano dándole el vaso con whisky, este lo toma sin decir nada, y cuando está por decir algo entra mi mujer con bolsas de provisiones en las manos.

—¡Oh por Dios! ¡Suegro, que alegría!

A mi padre se le iluminan los ojos nada más con ver a Mercy, tanto, que se levanta del sofá dejando el vaso con whisky a medio tomar. Le ayuda con las bolsas y los dos se encaminan a la cocina ignorándome. Aunque para ser honesto, es lo que menos me importa.

Camino por uno de los pasillos en dirección a la habitación que comparto con ella. Me encierro en el baño deshaciendome después de la ropa que llevo puesta seguramente olorosa a sexo con la mujer de mi mejor amigo. «Descarado», si lo soy. Mira que follarme a la esposa de Oliver y seguir con la misma ropa frente a mi esposa...

Tomo una ducha tan pronto como puedo. Pero no dejo de pensar en el voluminoso cuerpo de Charlotte sobre mi piel, sobre mis labios saboreando hasta...

Trato de despejarme. Me pone caliente esa mujer, asi que me apresuro para salir y cambiarme.

PERVERSOS 1° SeducciónWhere stories live. Discover now