43. Despedida

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Charlotte Harrison

Ese día volví a casa de Nay, percatándome que nadie más me hubiese visto salir de la lavandería en el edificio. Y desde ese momento, no he vuelto a ver a Marcus, así como tampoco he tenido el valor de pararme en el apartamento que compartí con Oliver por más de un año.

Ha pasado una semana después de mi último encuentro con Marcus, a pesar de haberme dolido que no me tuviera la confianza como para contarme que Mercy estaba embarazada, sigo con las mismas ganas de querer verlo, contando su propuesta de seguir siendo amantes.

¿Por qué ya no me sentía culpable de follar con Marcus? ¿Por qué éste sentimiento de haber traicionado a mi marido se estaba yendo?

—¿Y...? ¿Lo has decidido?—pregunta Nay.

Izan y ella, saben hasta el más mínimo detalle de todo lo sucedido con Oliver y Marcus. Izan no puede ver a Marcus sin querer írsele encima después de haberle contado que me empujó.

—Por supuesto que no accederé a ser su amante Nay —respondo tajante.

Quiere que lo considere, y sé perfectamente que quiere acceda a la petición de Marcus porque ella está todavía en lo mismo con el príncipe encantador. Sin embargo, ese no es mi plan. No aun. Sé perfectamente que la jodí. Me enamoré del mejor amigo de mi esposo y eso es un precio que estoy dispuesta a pagar. Lo he llamado karma, o destino el que todo haya salido a la luz de ésta forma. Debí saber desde un principio que Oliver no es un estúpido, él nunca se ha dejado llevar por las mentiras y mi primera falta fue mucho más clara que ninguna otra: la marca en mi cuello.

—Lo amas Charlotte, en cualquier momento accederás a ser su amante. Te conozco mosco.

—No —vuelvo a negarme —. Que sienta por él todo lo que siento, no me hará caer dos veces. Ya lo he decidido, me divorciaré de Oliver y...

Me quedo callada. Ni yo misma sé que mierda haré.

—¿Y qué?

—No sé... —susurro.

—Amiga, apenas cumplirás veintiséis y ya llevas un matrimonio fallido —bufa —. ¿Ya lo saben tus padres? —pregunta.

—No, y tampoco quiero que lo sepan, no aún.

—En cualquier momento se darán cuenta conejita.

—Lo sé, tal vez se lleven la decepción de su vida, y no los culpo, así no fue como me educaron, sobretodo porque mi mamá piensa que un matrimonio debería durar para toda la vida pero...

—No es tu caso, dile que lo acepte.

Me recuesto en el sofá, dándole mil vueltas a todo esto. Necesito ir con Oliver, dejar las cosas claras y que sepa lo culpable que me siento por haberlo engañado. O por lo menos que vea que le estoy dando una explicación y que no se quede con la que seguramente modificó Marcus a su beneficio para hacerlo sentir peor.

Se lo digo a Nay. Ella dice que estoy loca, pero no le hago caso. Tomo una ducha, me cambio con unos jeans simples y chaqueta del mismo material que los jeans. Las zapatillas deportivas me favorecen, «por si tengo que salir corriendo», pienso.

—¿Me acompañaras? —le pregunto a mi amiga.

—Sabes que sí, aunque sigo pensando que deberías quedarte con el coche...

—No, él lo compró. No pienso quitárselo después de haberlo engañado de esa manera.

Se encoge de hombros.

—Como quieras, yo te alcanzo ¿vale? Te dejaré en el estacionamiento.

Asiento.

Salgo del apartamento de mi amiga donde seguramente viviré por lo menos un mes en lo que busco uno nuevo. Afortunadamente tenía mis ahorros, y en el trabajo no me iba mal la paga, porque en realidad ganaba bien. Pero todo, si no es que la mayoría, del apartamento que compartí con Oliver había salido de su bolsillo.

PERVERSOS 1° SeducciónМесто, где живут истории. Откройте их для себя