Extra II

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Nirvana

Marcus Meyer

Doy vueltas en el sofá, porque si, Mercy me mandó a dormir en el sofá. No ha parado de llorar, la escucho al otro lado de las paredes, los sollozos y la infinidad de veces en las que se dice a sí misma que ha sido una estúpida.

Siento amarga la boca, porque todo esto es mi culpa.

Me acuesto boca arriba mirando el techo. No hay nada que ver, lo único que pasa por mi mente es la imagen de Charlotte dormida en mi cama en la casa del lago.

Lo acepto, ese día cambiaron mis sentimientos por ella. Ahora lo acepto, porque últimamente me está jodiendo que ya no me quiera ni ver.

El sonido del móvil me despierta, apareciendo Oliver en la pantalla. Contesto:

—¡Hermano! —exclamo con entusiasmo.

¿Qué haces?

—Me la estoy tocando —digo bromeando.

Oliver se ríe. Después me invita a tomar un trago, no en su casa, claramente, pendejo no es, y algo me dice que Mercy ya fue a contarle mi infidelidad con su mujer.

Me levanto de la cama, salgo en ropa deportiva y sudadera con capucha, me pongo tenis deportivos, y así tal cual bajo hasta la recepción sin avisarle a Mercy que saldré. Me quedo esperando hasta que Oliver se digne aparecer. Aún es temprano, las 9:00 pm.

Estamos a un día de irnos a la finca, Mercy no me habla pero se ha encargado de arreglar mi maleta. Siento culpa por hacerle eso a quien tomé como mi mujer, pero a pesar de que la quiero, ya no siento lo que en su momento sentí por ella.

—¿Listo? —me pregunta Oliver al salir del ascensor.

—Listo.

Caminamos juntos hasta su coche. Va vestido igual que yo, o parecido, no lo sé. «Si, a ambos nos vale mierda el cómo nos veamos».

Subimos a su coche. Éste sale del estacionamiento en dirección al pub más cercano.

—Y... ¿Cómo vas con Charlotte? —pregunto —¿Todavía piensas que te engaña?

Quiero saber que hacen los dos.

—No lo sé. A estado extraña.

—¿Extraña? —pregunto, como si no me importará.

—Si. Aunque muy, pero muy cariñosa ¿Sabes a lo que me refiero, no? —sonrie con picardía.

—Ajá.

Imbécil.

Seguimos el camino hasta llegar al pub. Nos adentramos al lugar que, por ser viernes, pensaríamos que estaría lleno, pero no lo está. Es un lugar tranquilo, con música de fondo y mesas de poker y billar.

—¿A dónde me trajiste? —le recriminó a Oliver al ver mujeres en mini falda —¿A un club de strippers o a un bar? —me burló.

—¡Oh, cállate! Son los lugares que frecuentabamos en la universidad.

—Lo sé, aquí conocimos a la diabla —me río al recordar a esa mujer.

—Ni me digas, esa pelirroja es una maldición.

Tessa Williams, una pelirroja que se encargó de jodernos por un momento la vida a los dos. Desafortunadamente nos metimos en un lío al follar los dos con ella sabiendo que su marido era un matón de primera.

—Éramos compartidos —inquiere Oliver.

Aún lo somos hermanito, aún lo somos...

Sonrío.

PERVERSOS 1° SeducciónOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz