17. La mujer del prójimo

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Marcus Meyer

Salgo apresurado del apartamento. Camino hacia el ascensor, por no decir que estoy corriendo. Observo el reloj de mano dándome cuenta que son las siete de la mañana.

«Mercy no se creerá ninguna de mis excusas».

Salgo del ascensor, camino hasta la puerta del apartamento abriendo de golpe. Y ahí está ella, fumando un cigarrillo en el balcón esperando a que llegue.

No digo nada. Solo la veo cuando se voltea y observo su cara demacrada.

—¿Dónde estabas? —me pregunta.

—Con Lorenzo —contesto a la brevedad.

—¡Mientes! —suelta, tirando la colilla del cigarrillo por el balcón.

No le hago caso. Sigo caminando hasta la habitación quitándome la ropa caminando en dirección a la ducha.

—Otra vez volviste a lo mismo ¿No es así? —vuelve acusarme.

Cierro la perilla con candado «No quiero escuchar sus reclamos». Tomo una ducha rápido para salir a la oficina donde seguramente ya me espera Mark.

Para cuándo salgo, sigue ahí, sentada en la orilla de la cama envuelta en su albornoz color rosa.

—Estabas con una zorra ¿No es así?

¿Zorra? No creo que Charlotte sea una.

—¡Dímelo!

—¡¿Qué mierda quieres que te diga Mercy?! ¡Eh! No estuve con nadie, fui con Lorenzo, allá tú si me quieres creer.

—¡Claro, y de seguro Lorenzo tiene cuerpo de mujer! —espeta.

—Estas loca.

Tomo el traje, camino hacia una de las habitaciones de huéspedes para cambiarme. No deja de hablar y de gritarme acusándome. Sé que la he jodido, así que decido mandarle un mensaje a Lorenzo advirtiéndole sobre Mercy. Éste me lo responde a la brevedad seguido de un emoji con cuernos.

Me cambio, aliso el traje y salgo de la habitación. Mercy sigue ahí, sin haberse cambiado aún de ropa para irse a trabajar. No le tomo importancia, porque trabaje o no tiene lo que se le da la gana.

—¡Dímelo! ¿Volviste a lo mismo? —pregunta con ojos llorosos.

El pecho se me estruja al verla así. Decido acercarme a ella.

—Cariño, fui a casa de Lorenzo a jugar póker. Ya sabes cómo es él, siempre alarga los juegos.

Le doy un abrazo seguido de un beso en la coronilla. Quiero a Mercy, claramente. Pero Charlotte... joder, el aroma y el cuerpo de esa mujer me traen vuelto loco.

—Es que... —tartamudea —No quiero que volvamos a lo mismo Marcus —prosigue abrazándome de la cintura.

—No pasará —susurro.

La suelto. Me despido de ella dejándole un casto beso en los labios.

—En la noche cenamos ¿Qué te parece? —propongo. —Yo invito.

Asiente con una sonrisa. Sonrisa que me estruja de nuevo el pecho cuando vuelvo a reprocharme lo que estoy haciendo. Sé que la he hecho pasar por tanto, y me jode ser un hijo de puta que en ocasiones no piensa ni un poco por sus actos.

Bajo hasta el estacionamiento. Busco a la mujer de Oliver pero ni siquiera veo el coche de éste.

Vuelvo a pensar una y otra vez lo mismo. Me tiene mal, después de lo de anoche acepto que Charlotte me tiene mal. Su cuerpo es como un pecado que no debería tocar. Sin embargo lo hago, y para mí cordura lo quiero seguir haciendo hasta que me sacie de él. No le veo para cuando, porque cuando la veo lo primero que me dan ganas es de coger.

PERVERSOS 1° SeducciónWhere stories live. Discover now