PARTE 1 - EL HALLAZGO DE LA MANSIÓN

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06 de Septiembre de 2002

Europa

Melanie se encontraba abandonada en una desolada carretera, sin memoria alguna de lo que le había sucedido, y totalmente confundida. Al final de esa enorme vía, en dirección a su derecha, asomaba una luz cubierta con una niebla extremadamente tenebrosa; tan impactante a lo lejos, que le era imposible continuar observando sin que su cuerpo sintiera ese escalofrío infernal. Su ropaje se conformaba por un vestido blanco, rasgado y sucio. Tenía los pies descalzos, sus brazos con pequeñas heridas y moretones, y las rodillas con rastros de sangre. Gozaba de una larga y joven cabellera de color castaño, pero despeinada, con vestigios de hojas y algunas ramas enredadas entre las hebras, dando alusión de haber revolcado desde algún sitio.

Asustada, empezó a gritar con todas sus fuerzas pidiendo auxilio, hasta que poco a poco se le comenzó a secar la garganta. Sin obtener ninguna respuesta en ese enorme vacío, avanzó por la carretera en sentido hacia la luz.

Caminando lentamente, y mientras trataba de acercarse a la luz, observó algunos animales muertos a lo ancho de la carretera. Difícilmente podía describir el estado de estas especies. El panorama era espantoso, tanto, que sus ojos se rebosaban en lágrimas, y el miedo se apoderaba de todo su ser.

Había avanzado un largo trecho, pero sentía que ese camino hacia la luz era interminable. El frío se hacía más intenso, y estaba tan cansada que no podía continuar. En un instante cayó al suelo, y comenzó a llorar porque estaba segura de que agonizaría en aquel lugar. Con su rostro apegado a la carretera, y en posición fetal, comenzó a delirar preguntándose:

—¿Y si estoy Muerta? ¿Será este el infierno?

No tenía idea si realmente habría hecho algo tan malo como para merecer la eternidad en un lugar así. Su mente se mantenía divagando por el mal estado en el que se encontraba. Sintió que perdía el conocimiento, y sus ojos se cerraban sin control. Luego, vio una sombra con forma de hombre que se acercaba a ella lentamente, mientras se hundía en un sueño infinito. Aquella silueta se observaba cada vez más borrosa. De pronto, el cansancio la venció, y terminó desmayada en la vía.

Tiempo después despertó. Su vista estaba difusa. Solo remarcaba en su mente, aquella silueta que observó antes de desmayarse. Se levantó lentamente, asustada, y observándose a sí misma, con el temor de que algo le hubiera hecho. Pese a que su aspecto se encontraba igual, no estaba en el mismo lugar. Se hallaba en un lúgubre bosque, iluminado solo por la luz de la luna, y con una bruma que rozaba el ambiente. Ya no alcanzaba a ver esa fúnebre carretera. Observaba de un lado a otro, pero todo era extremadamente desconocido para ella, y su temor, iba en ascenso.

Comenzó a caminar lentamente, mientras bajo sus pies, se escuchaba el crujir de las ramas huecas de aquellos arboles interfectos y sombríos, que rechinaban de una manera tan espeluznante, como si solo la muerte aparte de ella, hubiera pasado por ese sitio. A lo lejos, sobre unos enormes árboles, observaba sombras de "objetos" que colgaban entre las ramas, muy bosque adentro. Cubiertos por aquella niebla tan blanca como la nieve, pero tan infernal, como el lado más oscuro del purgatorio.

Con cada paso que daba, los latidos de su corazón se aceleraban, y podía sentirlo como si lo tuviera entre sus manos. La noche cada vez se hacía más helada, y ella se encontraba completamente sola, abrazándose a sí misma para reducir el frío.

Llegando al sitio, observó lentamente hacia arriba, y lo que vio le heló la sangre. Se materializaron aquellas siluetas en lo alto de las ramas. De pronto, se dio cuenta de que no eran simples objetos.

—¡So-son animales! ¡No es posible! exclamó Melanie, aterrada, y colocando ambas manos sobre su rostro.

Estas inocentes especies se encontraban sin vida, y dirigiendo su mirada fría hacia el suelo.

Ada, La Pintura del Mal y El Dije del InframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora