LA PINTURA EN EL DESCANSO

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La mansión era inmensa, pero se encontraba en total oscuridad. Solo la luz de la luna se asomaba en algunas aberturas avistadas en lo alto del techo, y escasas grietas en sus paredes. Se podían contemplar objetos y enseres en deterioro. El piso estaba cubierto con una alfombra deslucida, adornada con triángulos de color pardo, y pequeños círculos en su interior. Se apreciaban algunas columnas de mármol quebradas, y otras enteras pero en mal estado.

La joven comenzó a caminar lentamente siguiendo su paso recto, hasta llegar a una grada monumental, cubierta parcialmente con una alfombra desgastada de color rojo, con algunos vestigios de ramas y hojas secas sobre esta. En las paredes, se observaban cuadros destrozados, y otros en el piso boca abajo. Se notaba claramente que el tiempo le hizo una mala jugada a esa casa tan inmensa. Elevó su brazo para alumbrar el área superior de la escalera que llevaba a un descanso. Ahí notó algo que llamó su atención. Al final de esa enorme grada principal, se observaba una escultura con forma de ángel invertido, y debajo de él, colgada en una pared, estaba una pintura muy llamativa.

Melanie era una chica muy curiosa, así que comenzó a subir las escaleras lentamente, acobardada pero inquieta, con la lámpara aún en la mano, que escasamente alumbraba porque su cirio estaba extinguiéndose. En cuanto llegó al sitio, alzó su mano para iluminar, y así contemplar la escultura. Su material era de mármol, con unas alas agrietadas y rotas. Donde deberían estar ubicados sus ojos, solo se hallaban unos hoyos en penumbra. La joven bajó la mirada y observó al frente, justo donde se encontraba el lienzo que desde lo lejos había llamado tanto su atención. Se trataba de una mujer pintada de manera muy detallada. Su imagen era tan sublime, que sintió la necesidad de tocarla. En ese preciso momento, escuchó un grito extremadamente fuerte.

—¡NIÑA, NO TE ACERQUES!

Melanie sintió un susto de muerte. Dejó caer la lámpara, provocando que se destrozara por completo. Lo poco que quedaba de la vela, comenzó a virar por el piso, hasta que su llama se extinguió. En completa oscuridad, y aterrada, se quedó inmóvil, con su mirada fría al fondo de la escalera, mientras la invadía un escalofrío protervo.

—¿Quién anda ahí? —preguntó Melanie.

Nadie contestó. El silencio era vacío. Comenzó a escuchar pasos subiendo por la escalera, algo sigilosos y desesperantes. No sabía qué hacer. Estaba atrapada entre dos decisiones; esperar, o correr hacia el piso de arriba para intentar huir.

En cuanto empezó a sentir los pasos más de cerca, cerró sus ojos, y susurró:

—Esto no es real, esto no es real.

El sonido se detuvo por un momento. No se escuchaba nada en lo absoluto. De pronto, notó entre sus párpados una luz. Era como si alguien estaba alumbrando su rostro con una lámpara muy incandescente. Luego de esto, escuchó una voz:

—Abre tus ojos, niña. No te voy a hacer nada.

—¿Quién eres? ¿Y qué quieres de mí? —preguntó Melanie.

—Solo que abras tus ojos.

—¿Para qué? No sé quién eres.

—Ok... permíteme presentarme "chica asustada". Mi nombre es Boris Cambelth. Un gusto conocerte. Ahora que ya sabes mi nombre, te recomiendo que descubras tus ojos, y vengas conmigo. Créeme, nos conviene a ambos.

—¿Nos conviene?

—¡Sí! Por favor abre tus ojos. No es el mejor lugar para conversar.

Melanie comenzó a abrir sus ojos lentamente. Primero el derecho, y luego el izquierdo, con temor, y tratando de confiar en esa voz que por los momentos no parecía amenazante. Luego, observó la figura de alguien parado frente a ella, dirigiendo una radiante luz justo a su rostro.

Ada, La Pintura del Mal y El Dije del InframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora