LA CAPILLA DEL INFIERNO

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Al final del corredor había una puerta grande de madera tallada con siluetas extrañas, parecidas a las de un par de serpientes sin cabeza. Esta se encontraba levemente abierta. Melanie comenzó a empujar con fuerza debido a su peso. La puerta se abrió solo unos centímetros más; lo suficiente para que la joven pudiera pasar sin problemas. En el interior había un pasadizo hecho con piedras. Mantenía velas derretidas pero encendidas, ubicadas en pequeños candeleros que se encontraban colgados del techo. Colocó su mano sobre el mango del cuchillo, prevenida ante cualquier ataque. De pronto, un sonido poco particular se escuchó detrás de ella. Melanie estaba resignada a no voltear, sin embargo, la curiosidad que la caracterizaba era mucho mayor.

Volteó con cautela y observó todo el corredor desde el borde de la puerta. Sus ojos se movían tan lentos, que se notaba claramente que el miedo comenzaba a retenerla. Justo al frente de la habitación 002, alguien entró por la ventana, introduciendo su mano derecha para aferrarse al marco inferior, mientras con su izquierda, empuñaba una tijera de plantación. El jardinero de Ada Mongómerith se hacía presente, como un cadáver putrefacto ingresando al área de descanso.

El jardinero cayó al suelo, arrastrándose para ponerse en pie. Portaba una camisa blanca deslucida, y pantalones azules doblados hasta sus rodillas. De pronto, se levantó y giró su cabeza hacia la derecha, observando directamente a Melanie. Ella estaba en la puerta sin perderlo de vista. Viró el torso, y justo en su abdomen, tenía un agujero que emanaba sangre en grandes cantidades.

Comenzó a caminar hacia ella, mientras se escuchaba el crujir de uno de sus tobillos. Melanie dio un paso hacia atrás, colocándose del lado posterior de la puerta y empujándola fuertemente para tratar de cerrarla; pero estaba muy pesada, y se vio obligada a usar su cuerpo para hacer presión. Logró moverla, pero se detuvo centímetros antes de cerrarse, tal y como ella la había encontrado. El jardinero llegó a la puerta, introdujo la tijera por la ranura, y comenzó a oscilar su mano con el propósito de alcanzarla.

Con esa ira que la mantenía en pie y frunciendo el ceño, sacó la navaja de la pretina, la direccionó justo a la mano del floricultor, y con ímpetu, cercenó por completo la extremidad del jardinero. Luego, se escuchó un grito extremadamente fuerte. La joven empujó con más fuerza, para finalmente cerrar la puerta y dejar todo ese macabro episodio atrás.

Melanie observaba en el piso la mano mutilada con la tijera, y con furia, le propinó una colosal patada. Los lamentos del jardinero se escuchaban del lado contrario de la puerta.

—¡Eso te pasa por meterte con una Grofint! —dijo en tono desafiante.

Ahora estaba en ese sitio que tenía aspecto de calabozo. Podía observar dos caminos cruzados con una pequeña estatuilla de una virgen en el centro (imagen que no le traía muy buenos recuerdos). Se acercó y con ironía dijo lo siguiente:

—Espero que tú no te bajes de ahí a perseguirme.

Melanie estaba nuevamente en una encrucijada. Se asomó en los extremos de ambos caminos con el propósito de verificar el panorama. Del lado derecho estaba muy oscuro y solo se podía escuchar una gota cayendo consecutivamente. Del lado izquierdo, observó una puerta de color blanco algo sucia, decorada con siluetas doradas en forma de ángeles con grandes anillos de plata. La decisión no fue difícil, era entre el lado oscuro sin buenos indicios, y una puerta que parecía la entrada del cielo. Pero a veces las cosas no son como parecen, y Melanie estaba a punto de descubrirlo de la peor manera.

La joven se acercó, tomó con ambas manos los anillos y haló hacia ella. De pronto, la puerta se abrió, mostrando una especie de confesionario. Estaba iluminado solo con una pequeña lámpara veladora que resplandecía sobre este. Su mente comenzó a exponer imágenes dando paso al recuerdo de un suceso...

Ada, La Pintura del Mal y El Dije del InframundoWhere stories live. Discover now