ATRAPADOS EN LA MANSIÓN

22 7 0
                                    

Melanie se encontraba frente a la Pintura de Ada Mongómerith viéndola justo a los ojos. Se observaban tan reales e intensos, que realmente sentía que de alguna manera le devolvía la mirada. En ese momento, algo increíble pasó; logró recordar absolutamente todo lo que le había ocurrido antes de llegar a la mansión. Sorprendida, retrocedió unos pasos, y volteó para decirle a Boris que ahora si recordaba. Sentía que tenía el valor de regresar, y enfrentar el miedo que la hizo perderse en el interior del bosque. Pero Boris no respondía. Así que direccionó la linterna hacia el final de la grada, y bajó un par de escalones. De pronto, lo vio tendido en el suelo boca arriba, con sus brazos abiertos. Melanie entró en estado de alarma, y comenzó a bajar las gradas desesperadamente. Mientras descendía hasta el recibidor de la mansión, el tiempo se detuvo por un momento. Ada comenzó a moverse dentro del lienzo. Retorcía rápidamente su cabeza en varios sentidos de manera tétrica y escalofriante.

La pintura empezó a tornarse oscura, y en el dorado de su marco, se veía como se formaban siluetas negras que iban entrelazándose en su decoración. De pronto, volvió a su forma, observando vorazmente al frente. Era como si un demonio salvaje, se encontraba peleando consigo mismo para tratar de escapar. Luego, todo regresó lentamente a la normalidad sin que Melanie se diera cuenta.

La joven se abalanzó desesperada hacia él. Comenzó a reanimarlo. Colocó su oído en el pecho del joven para confirmar que respiraba, y afortunadamente si lo hacía, pero no volvía en sí. Melanie lo arrastró de los brazos hacia un lugar fuera del borde de las gradas; muy cerca de la entrada principal, y ahí, observó algo que llamó su atención. Un reloj antiguo de madera con forma de ataúd, que marcaba las 12:06 de la medianoche.

—¡Ese reloj es macabro! —exclamó Melanie.

Melanie; ¿qué me pasó? —preguntó Boris, abriendo los ojos lentamente.

¡Gracias a Dios que reaccionaste! Estabas desmayado, y te arrastré hasta aquí para tratar de despertarte; pero observa con lo que me topé —respondió Melanie señalando el extraño reloj en la pared.

No puede ser... De nuevo ese maldito reloj.

¿Ya lo habías visto?

¡Sí, Melanie! No quise decirte nada para no asustarte más de lo que ya estabas. Cuando entré a esta casa, me encontré con ese estúpido reloj, marcando las 12:06 de la medianoche. Casualmente mi reloj se detuvo justo en esa hora. Es algo extraño. Como si el tiempo no pasara mientras estamos aquí, o tal vez puede ser solo coincidencia.

No creo que sea coincidencia, Boris.

Luego de un angustioso silencio, alguien llamó a la puerta de la entrada principal: ¡TOC, TOC, TOC! Melanie y Boris se quedaron en silencio, mirando fijamente a la entrada.

Esto no puede ser posible... —dijo Melanie.

De pronto, la puerta se abrió, rechinando de manera espeluznante. Ellos se quedaron paralizados. Sin fuerzas para moverse, porque el pánico no les permitía siquiera desplazarse un centímetro. Repentinamente comenzó a llover muy fuerte, lo suficiente para sentirse un frío abismal.

Una pelota mediana de color rojo entró a la casa. Melanie y Boris veían con asombro, como ingresaba lentamente. Era extraño que alguien se hallara en el exterior de la mansión y, más aún, con una bestia rondando por los alrededores. La pelota giró lo suficiente hasta quedar justo en el centro del recibidor. Seguidamente, se escuchó la voz de un infante proveniente de afuera.

—¿Pueden devolverme mi pelota?

—Eeeeee... yoooooo —tartamudeaba Boris.

—¡No le respondas, Boris! —exclamó Melanie.

Ada, La Pintura del Mal y El Dije del InframundoWhere stories live. Discover now