UNA VERDAD INEVITABLE

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Melanie comenzó a recobrar el conocimiento después de la caída. Veía todo completamente borroso. Sentía un dolor en su frente y, en efecto, esta se encontraba sangrando. Tenía una enorme cortada que cubría parte de su rostro. Se sentó levemente quejándose por su rodilla. La herida se hacía cada vez más amplia, y los intentos por detener el sangrado habían sido en vano.

Ya podía observar todo con claridad. Se sentía agotada y sedienta. No recordaba la última vez que bebió o comió algo. Su cuerpo estaba manifestándose, recordándole lo que era necesario para ella.

Mientras trataba de recuperarse, veía en dirección a la escalera. Solo podía contemplar un panorama oscuro, donde ni el ruido más breve se escuchaba. Sus ojos comenzaron a cristalizarse, emanando pocas pero emotivas lágrimas. Recordó por un instante lo último que vio antes de caer. Su compañero asesinado, quien ahora parecía ser un espectro del infierno. Tenía la esperanza de que no era él. Posiblemente se trataba de un demonio personificando algunos de sus rasgos para perturbarla.

La voz de Ada pidiéndole que encontrara su cadáver, comenzó a resonar en su cabeza. Se manifestaba como un recordatorio penetrante minuto a minuto, provocándole una terrible molestia.

Melanie volteó a su izquierda y contempló con asombro todo el sitio. Realmente parecía estar en un lugar exterior de la mansión. Se iluminaba con lámparas veladoras en ambos extremos. Las paredes eran de yeso áspero y, con algunos dibujos que manifestaban un decorado arcaico. En sus costados se apreciaban enormes ventanales con sus cristales rotos, adornados con algunas cortinas sucias. Observaba puertas de madera abiertas, y otras en el suelo, dejando a la intemperie algunas posibles recámaras. Era un lugar triste, y enormemente abrumador.

La joven se levantó lentamente, apoyándose con su mano izquierda, mientras con la derecha presionaba la tela que cubría su rodilla cercenada. Ya en pie, introdujo rápidamente la mano en la bolsa de su vestido, tratando de ubicar el crucifijo. Sin embargo, notó que lo había perdido.

Comenzó a voltear en ambas direcciones desesperadamente. De pronto, notó sobre un trozo de madera vieja y corroída, la bella efigie dorada. Luego, vio algo sorprendente. Debajo de una bota antigua ubicada en el umbral de una de las alcobas, estaba su linterna, como si alguien la estuvo pisando, o la detuvo cuando cayó de lo alto. Se acercó cautelosamente y levantó la bota, mientras de reojo, observaba dentro de esa posible recámara. Lo que notó en su interior, fue una simple cama desmantelada y sucia. Era una alcoba muy pequeña.

Este sitio tenía la similitud de un convento, o una especie de área para servidumbre.

...

En 1804, Harry y Emma, tomaron la decisión de fundar dentro de su enorme mansión, un área de descanso para la servidumbre, debido a la cantidad de personas que mantenían a su cargo.

Este lugar de descanso fue construido en el área norte de la mansión; un sitio disperso de la casa, que limitaba con un área transversal del piso inferior. Este lugar era hermoso. Colindaba con un área extendida y oculta del jardín posterior para que tuviera suficiente luz.

Una mañana del mes de Febrero de 1841 (a solo una semana de la sorprendente e irreparable muerte de Ada Mongómerith), uno de sus sirvientes, quien se encargaba del embellecimiento de los jardines de la mansión, acabó con su vida en la habitación No. 002 de este lugar, sin motivos aparentes. Clavó despiadadamente en su estómago unas tijeras de plantación, cayendo sobre su cama, e inundándola de sangre. Horas después, el cuerpo de este hombre fue encontrado por una doméstica que se disponía a tomar su hora de descanso. Ella se alarmó, y avisó a Esther sobre este hallazgo tan atroz.

Pasado un día de la tragedia, Esther se encontraba descansando en la habitación No. 12. Esta alcoba estaba ubicada al final de uno de los corredores del piso inferior, a solo metros del recibidor principal. La mujer tenía ambas manos sobre su rostro, viéndose en un espejo ovalado que reposaba sobre la pared, justo al frente de la cama. Era evidente su preocupación. Todo se le estaba escapando de las manos, y eso no la dejaba conciliar el sueño. Se sentía culpable. Jamás pensó en las consecuencias después del atentado contra Dorian. Solo trataba de proteger a Ada; pero en vez de eso, la llevó al límite de su vida. Mientras continuaba observando su demacrada cara, a causa de los recientes acontecimientos, algo insólito sucedió. Un rostro comenzó a materializarse en el espejo, muy similar al de ella. Esta cara estaba deformada, con los ojos derramando sangre en cantidades colosales, y mostrando una sonrisa macabra. Esto provocó que Esther retrocediera, y cayera sentada en el borde de la cama. Segundos después, una voz terrorífica que retumbaba en toda la habitación exclamó lo siguiente:

Ada, La Pintura del Mal y El Dije del InframundoWhere stories live. Discover now