ADIÓS PARA SIEMPRE

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El ambiente en el área de dormitorios se hacía fúnebre. Melanie había perdido la oportunidad de regresar al interior de la mansión. La joven veía con impotencia a la enorme montaña de escombros. Estaba cegada por la ira. Se podía notar por la manera como empuñaba el mango de la cuchilla, que fríamente había tomado del piso.

Melanie volteó levemente, observando con ira al fondo de este pasillo. Estaba consciente que debía continuar, sin importar que tan siniestro y desconocido fuera el camino. Se dirigió nuevamente a la habitación 002 de esta área, donde había dejado a su padre casi moribundo. Para desahogarse, la joven le habló a su progenitor con voz de desaliento.

—No pude hacer nada por Sara —dijo—. Le he fallado.

Sin embargo, no halló respuesta alguna. Así que tomó la linterna e iluminó a Cristian. En ese instante se dio cuenta, que la muerte había llegado antes que ella. Su cuerpo estaba completamente decaído, y los ojos abiertos mirando al vacío. Se acercó sollozando, porque no estuvo ahí en su último suspiro. Se sentía culpable, porque no le otorgó su perdón antes de morir. Melanie observó en dirección a su pecho, y Cristian tenía abrazada su foto.

—Lo lamento, papá —dijo—. Siempre seré tu pequeña.

Melanie sacó el crucifijo del bolso de su vestido, y lo colocó en la frente de su fallecido progenitor.

—Yo no tengo potestad para perdonarte; pero suplico a Dios que lo haga y te lleve a su morada —se persignó y tomó nuevamente la efigie—. No puedo dejártelo, aún tengo camino por recorrer y creo que puede serme útil. Adiós para siempre... papá.

Lo introdujo nuevamente en la bolsa de su vestido, miró hacia la cama, y decidió que debía prepararse. Se sentó sobre esta, rozando el colchón levemente con la yema de sus dedos. Las lágrimas eran incontrolables. Solo pensaba en todo el tiempo que estuvo su padre cautivo en ese infierno.

Melanie podía sentir una fría ventilación que ingresaba por los vidrios rotos de las ventanas.

—Ese tiene que ser el jardín posterior —dijo—. El sepulcro no debe estar lejos.

Tenía la idea de salir por una de las ventanas y acortar el camino de ser posible; pero luego, recordó a esa luctuosa niña y decidió que no era una buena opción. Estaba muy oscuro, y eso la dejaría expuesta ante un ataque mucho mayor.

Tomó el cuchillo, pasando su dedo índice por la parte contraria al filo, mientras miraba el cuerpo sin vida de su padre. Melanie giraba el cuchillo en varias direcciones, hasta reflejarse en él. Podía contemplar sus hermosos ojos pardos, que dibujaban pequeñas líneas distorsionadas de color rojo en la esclerótica. Su frente con aquella enorme herida que tocaba parte del rostro, y su boca con muchos rasguños.

Sus pensamientos iban más allá de lo conjeturado por cualquier adolescente de 15 años. Todo por lo que había pasado la hizo recapacitar, y la estaba cambiando de algún modo. Su inocencia se perdía y el dolor estaba siendo reemplazado por rencor.

Giró su cabeza en varios sentidos, tratando de salir del trance en el que se encontraba. Con el cuchillo, cortó una tira de su vestido en el área inferior, y la amarró con fuerza en su cintura, creando una especie de pretina de tela. Luego, colocó el cuchillo en un extremo y la linterna en el otro.

La pierna de Melanie aún se encontraba en mal estado. Debido a esto, se le ocurrió una idea. Sacó el cuchillo de la pretina y cortó el colchón de un extremo a otro, extrayendo parte del relleno. Retiró el vendaje ensangrentado lentamente, observando su herida abierta. Lo ubicó sobre esta, y el dolor fue impactante. Luego, hizo un torniquete con la vieja sábana.

Melanie se sentía preparada para continuar. Respiró profundamente como nunca lo había hecho. Necesitaba avanzar, sin importar quién intentara detenerla. Salió con soberbia de la habitación 002, girando a su izquierda, para caminar en sentido recto hasta el final del corredor, ignorando todo lo que estaba a su alrededor y sin temor alguno. 

Ada, La Pintura del Mal y El Dije del InframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora