LA MALDICIÓN DE LA MANSIÓN MONGÓMERITH

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La Mansión Mongómerith era una casa condenada para los habitantes de Conneri. Desde 1841 iniciaron acontecimientos extraños en el pueblo. Aparecían seres espectrales y malignos, que provenían de ese bosque confinado a las afueras de la localidad. Comenzaron a desaparecer personas, y otras, eran encontradas en la vía degolladas, o colgadas entre los árboles.

En 1843, un sacerdote llegó al pueblo luego de enterarse de todos los eventos, gracias a las cartas enviadas por los fieles. El clérigo tomó la iniciativa de agrupar una cantidad de personas residentes en Conneri, para ir a las afueras del pueblo, con el propósito de llegar a la Mansión Mongómerith, y deshacerse definitivamente de esa residencia maldita. Era necesario encontrar una solución, para apaciguar todos los acontecimientos extraños de los últimos años.

Los habitantes enfurecidos, llevaban pequeños troncos, algunas ramas secas, y cerillos. El Sacerdote, una biblia, y un crucifijo de bronce. Comenzaron a caminar por la vía de tierra que llevaba a la mansión. Luego, cruzaron el bosque con ímpetu. Realmente estaban decididos a terminar con el mal de una vez por todas.

En cuanto llegaron al sitio, quedaron asombrados por su inmensidad. De pronto, comenzaron a generar fogatas, con el propósito de incendiar la casa, y enviarla al infierno con sus seres de inframundo. Luego, una brisa impactante comenzó a soplar. Todos empezaron a retroceder. Algunos de los habitantes cayeron al suelo, y otros, se resistían en su intento por seguir adelante.

Las velas en el interior de la mansión comenzaron a encenderse. Hecho que se podía apreciar desde los enormes ventanales. Parpadeaban en repetidas ocasiones, provocando un gran pánico a todos los que presenciaban este evento paranormal.

La tierra comenzó a levantarse, flotando por el aire de manera extraña. El sacerdote pidió a todos regresar de nuevo al pueblo, porque lo que ocurría en ese lugar, estaba fuera de los límites de Dios. Los pobladores comenzaron a alejarse junto con el clérigo, quien volteaba en repetidas ocasiones, observando la mansión con una profunda indignación.

Al día siguiente en la madrugada, aproximadamente a las 2:30am; el padre preparó un maletín con todos sus implementos para actuar contra demonios, o espíritus impuros. Se fue completamente solo a la mansión, cruzando nuevamente el bosque. Los habitantes de Conneri desconocían que él era un exorcista experimentado, y con altos conocimientos en el ocultismo, y satanismo.

Llegó a las afueras de la mansión sin hacer ruido. Estaba decidido a terminar con lo que atormentaba a esa pequeña villa, y sus alrededores. Sacó tres crucifijos; el de bronce que había llevado en su visita anterior, uno de plata, y otro de oro. Esto era algo que había aprendido a usar para contrarrestar a los demonios. Así que decidió subir hasta el pórtico de la mansión con los crucifijos empuñados, para entrar a la casa sin complicaciones o alteraciones. Con esa técnica pretendía acabar de una vez por todas con el demonio que moraba en su interior. Justo en el instante que estaba decidido a ingresar, sintió una presencia a su derecha. Al voltear, vio a un ser macabro vestido de sacerdote, con una túnica negra igual a la suya. Portaba un crucifijo largo y puntiagudo, que colgaba de su cuello. Su boca estaba ensangrentada, y cubierta parcialmente con un vendaje negro en el mentón. Tenía los dientes muy afilados, y sus dedos eran largos y tétricos. Podía verse como estiraba uno a uno, mientras sonaba un crujir de fractura. El sacerdote dio unos pasos hacia atrás, y se quedó viéndolo fijamente con los crucifijos empuñados, mientras recitaba la siguiente frase en latín:

Evanescunt daemonium, et edepto a me, Deus in nomine.

Una frase muy poderosa en contra del ocultismo, que en español significa: "Desaparece demonio, y aléjate de mí en el nombre del Dios".

Mientras el clérigo recitaba una y otra vez la frase con sus ojos cerrados, este ente maligno empuñó su crucifijo, lo elevó con ambas manos, y lo clavó despiadadamente en la frente del sacerdote, hasta atravesarle la cabeza por completo. El clérigo cayó al suelo, mientras la sangre brotaba en gran cantidad. El demonio retiró bruscamente el crucifijo de su frente, extrayendo trozos provenientes del rostro. Luego, bajó las escaleras principales de la mansión. Así desapareció en la penumbra de la noche, sin dejar rastro. Solo quedó el frío cuerpo del sacerdote tirado en el piso, con sus ojos abiertos, y observando hacia la nada.

Pasado un rato, unas manos huesudas que salían de las sombras, comenzaron a arrastrar el cadáver del sacerdote, sacándolo del sitio, mientras una gran mancha de sangre teñía el desgastado piso de madera.

Al día siguiente en Conneri, los habitantes que habían acompañado al clérigo a la mansión, fueron a buscarlo en su habitación de reposo; pero no atendía al llamado. Decidieron forzar la entrada con el temor de que algo grave le hubiera pasado. Así notaron que ya no se encontraba en el interior. Todos estaban tan confundidos, que solo pasaba por sus mentes la idea, de que había huido después de aquel acontecimiento a las afueras de esa funesta mansión.

Con la ausencia de una figura eclesiástica, capaz de contrarrestar ese mal por los momentos, tomaron la decisión de ir en grupos a la vía que colindaba con la casa de los Mongómerith. Así comenzaron a colocar letreros que advirtieran del peligro de pasar por ese sitio. De esta manera, estarían obligados a utilizar la ruta alterna para llegar al pueblo, o salir de este. Con estas señalizaciones, mantendrían a salvo a Conneri momentáneamente.

Los habitantes de Conneri comenzaron a situar bloqueos para todos los que intentaran tomar ese camino, voluntaria, o casualmente. Algunos militares que se mantenían al margen de estos casos paranormales, decidieron actuar, aproximándose a otro pueblo cercano en sus caballos, con el propósito de avisar a todos sus habitantes. Con estas medidas lograrían advertir a todos, e impedir el acceso definitivo a este camino sin retorno.

Mientras colocaban el último bloqueo a metros de Conneri, uno de los habitantes del pueblo observó algo en una montaña de tierra. Se acercó lentamente a ver de qué se trataba. Lo que contempló, hizo que cayera al piso inmediatamente del susto, para luego retroceder aterrado impulsándose con sus piernas. Lo presenciado por este hombre, le helaría la sangre a cualquiera. Era una cabeza. La cabeza cercenada del sacerdote, con los tres crucifijos formando un triángulo a su alrededor, descompuesta, y con moscas abordando todo el lugar. Al lado de esta, en la tierra, se podía visualizar un escrito que expresaba lo siguiente: "La heredera de la oscuridad, llegará para gobernar". El hombre corrió rápidamente para contar a todos los habitantes lo que había visto. Ese hallazgo los llenó de incertidumbre. No sabían si en realidad estarían a salvo de ese demonio. Pero si estaban seguros de algo... debían evitar ese camino a toda costa.

Ada, La Pintura del Mal y El Dije del InframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora