Capítulo 17

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Mi falda roja seguía intacta, así como mi top del mismo color, mientras que en mis manos descansaba un bate de beisbol de acero

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Mi falda roja seguía intacta, así como mi top del mismo color, mientras que en mis manos descansaba un bate de beisbol de acero.

Había salido de la casa de Demon quizás media hora después, cuando la noche ya había caído y necesitaba prepararme para mis asuntos.

Asuntos que me habían hecho picar las palmas de mis manos durante todo el día.

Había regresado a casa y dejado mis cosas personales antes de salir solo con mi teléfono celular y un bate de beisbol que solía utilizar para jugar cuando era todavía una niña.

Había ido caminando, agradeciendo la comodidad de mis botas y aunque no había pasado mucho tiempo, estaba cerca del lugar que tenía pensado ir desde la mañana.

Al llegar la puerta entreabierta de un taller me dio la bienvenida y soltando un suspiro perezoso acompañado de una sonrisa me impulsé dentro agachándome y cruzando del otro lado.

Estaba levemente iluminado dejándome apreciar la grasa oscura en el piso. Algunas piezas estaban esparcidas por el lugar y un auto con el capó abierto era lo único que llamaba la atención.

Mas allá se encontraban unas vigas que daban hacia maquinarias que no tenía ni la menor idea de para qué servían, pero que en mi caso serían de utilidad para esconderme.

Con pasos suaves me adentré en el lugar mirando a todos lados muy poco alerta, ya que el hombre era un gordo perezoso que no iría muy lejos, aunque decidiera correr.

En cuanto llegué a la zona de las maquinarias que parecían más motores de vehículos enormes, comencé a silbar mientras arrastraba el objeto de metal en el piso creando un sonido hipnotizante.

—¿Hay alguien ahí? —escuché que cuestionó una voz ronca, dañada tal vez por el cigarrillo que fumaba diario.

—Si, deberías salir a buscarme —solté un poco alto para que me escuchara, pero no lo suficiente para revelar mi ubicación.

—¿Quién demonios anda por ahí? —cuestionó nuevamente —está cerrado.

Su voz espesa y madura invadió mis oídos y lo vi moverse por el lugar mientras yo permanecía detrás de las maquinas.

Con pasos lentos salí detrás de él y esperé en silencio mientras lo observaba moverse de forma descuidada cojeando de una de sus piernas.

No era tan gordo, pero era suficiente para ralentizarlo unos cuantos pasos.

—Eres más miserable de lo que creí —solté detrás de él haciendo que se sobresaltara y se diera la vuelta de forma veloz.

Cuando sus ojos finalmente me recorrieron sonrió traviesamente.

—Pero mira esta princesita ¿qué se te ha perdido en mi taller? —yo le sonreí de vuelta y di un paso al frente antes de levantar mi bate desde abajo hacia arriba entre sus piernas para golpear su entrepierna.

JessyWo Geschichten leben. Entdecke jetzt