56.- Los infiernos no son para siempre.

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«El amor es una parte del alma misma, es de la misma naturaleza que ella, es una chispa divina; como ella, es incorruptible, indivisible, imperecedero. Es una partícula de fuego que está en nosotros, que es inmortal a infinita, a la cual nada puede limitar, ni amortiguar.»

– Víctor Hugo

Acoplarme a la universidad resultó mucho mejor de lo que imaginé

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Acoplarme a la universidad resultó mucho mejor de lo que imaginé. Había tenido oportunidad de elegir mis clases y las había acomodado de tal manera que tenía bastante tiempo libre.

Un lujo que según escuché, no todos podían tener.

Vanessa me había canalizado con una terapeuta en DC, que era igual de agradable que ella, así que las sesiones de terapia continuaron sin mayor inconveniente, el daño en el ligamento del hombro tuvo la recuperación esperada, así que pude continuar con los talleres de cerámica que el campus ofrecía.

Luke había enviado un par de paquetes, Nate, mi compañero de habitación era el encargado de recolectar el correo, por alguna razón constantemente estaba haciendo pedidos en línea con cosas innecesarias, nuestra sala ahora estaba inundada de decoraciones que, para él, eran lo más cool del planeta.

—¿Puedes decirle a tu papá que envíe otra cafetera como esa? —inquiere Nate luego de prepararse su habitual café matutino.

—Sí, claro. Le diré que te has adueñado de la mía —respondo rodando los ojos—. Seguro me envía otra.

—Seguramente sí —dice dándole un sorbo a su taza.

Nate Jenkins es el sarcasmo y la diversión hechas personas, siempre tiene un plan para un fin de semana, una salida o lugar programado al que me arrastra, o una conquista que pasa la noche en su habitación mientras hacen ruidos que prefiero olvidar.

Pero también sabía entender, sobre todo en las primeras semanas cuando apenas me acoplaba al campus y estuve cerca de sufrir un episodio de pánico, Luke no tomó el teléfono esa noche, y yo estaba demasiado ansioso como para marcar el número de Less o de Halley.

Nate venía con una chica, supongo que era alguien a quien recién conocía y a quien no dudó en echar de la habitación en cuanto vio mi estado.

Tengo experiencia en ataques de pánico, mi hermana los tenía casi siempre —dijo cuándo le cuestioné sobre porque sabía exactamente qué hacer.

Se ofreció a acompañarme con la terapeuta y esperarme en el auto, pero me negué. Y desde ese momento, podría decirse que somos muy buenos amigos.

—Raquel tiene una fiesta esta noche —informa mencionando a una de las amigas que teníamos en común—. Tercer piso, habitación 209, ¿te apetece ir?

—No lo creo —respondo.

—Oh, vamos Deck, no seas un aguafiestas —expresa con reproche.

Atracción mortal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora