1-Hora de comenzar una era.

10.7K 501 49
                                    


Amelia.

Tengo una extraña sensación en la boca del estómago, una mezcla de alegría, nervios y orgullo.

Todo debido al fin de mi ciclo universitario. Algo que me tiene muy feliz, porque voy a empezar a ejercer la medicina oficialmente, pero debo admitir que me asusta empezar a trabajar. Y no es en cualquier hospital, será en el Jackson memorial, uno de los mejores hospitales del mundo. Pero claro, no todo están fácil. Tendré que mudarme a otra ciudad, pero nada demasiado grande.

— Que te vaya bien, linda. — me despide mi madre.

— Gracias. — me acerco a abrazarla... Un abrazo muy incómodo al principio, pero sé que será el último en mucho tiempo, así que decido que darle un abrazo del que no me arrepentiré.

— Tu padre envía disculpas por no poder venir, pero me pido que te dijera que te desea lo mejor. — sonrió con incomodidad al escucharlo.

— Sí, claro. — dice mi hermano en tono irónico.

— Diego, no empieces. — lo regaña mi madre.

— Yo no he dicho nada malo.

— No tengo tiempo para tus escénicas, Diego. Mejor despídete. — lo corta. Mi hermano gira los ojos irritados. Sé que mi hermano no se acercara, así que lo hago yo.

— Te voy a extrañar mucho, Lia. — murmura mientras lo abrazo. A diferencia de mi madre, no es incómodo, es lindo. Se siente mucho la diferencia cuando abrazas a alguien que no quieres y a alguien que sí.

— Yo igual. Te amo, lagartija. — me separo de él — Prometo volver por ti, solo dame tiempo. — le digo en un tono que solo él y yo podemos escuchar.

Pasajeros del vuelo 2223 acercarse a la línea de embarque - anunciaron los altavoces.

— Ese es mi vuelo, – digo — Cuídense, y díganle a padre que lo quiero.

— Se lo diré. — me asegura mi madre.

No sé qué esperaba.

¿Qué mi padre viniera dejando su amada empresa sola? Sí, eso fue muy ridículo de mi parte.

El vuelo no fue la gran cosa. Estuve dormida la mayor parte del viaje. Camino por el aeropuerto con la esperanza de no encontrarme con ningún paparazzi.

Los paparazis son de las peores partes de ser famoso.

— Lia. — gritan a mi espalda.

Automáticamente, me emociono al reconocer de quién se trata.

— Samuel. — chillo como niña pequeña.

Con ilusión corro lo más rápido que puedo a abrazarlo. Él acepta mi abrazo sin objetar.

— Bienvenida. — sonríe un chico de cabello negro y unos cuantos centímetros más alto que yo.

— Viniste temprano.

— No seas tan mala conmigo.

— Cuando aprendas a llegar temprano, dejaré de recalcar que mi descontento a que llegues tarde.

— Tú cállate. Llegas tarde a todos lados.

Maravilloso llevamos meses sin vernos y nuestra primera conversación es una pelea.

— Esto no es sobre mí.

— Deja ya la cosa, aun así, vine a buscarte.

— Pues muchas gracias.

HORA DE LA MUERTEWhere stories live. Discover now