26 - Hora de que todo salga a la luz

3.3K 260 22
                                    


Amelia.

Camino por los pasillos del centro comercial junto a Mady, Liz y Samuel. Ambas están tomadas de uno de mis brazos. Y Samu nos sigue feliz tomándose un batido extraño que se compró.

— Ya casi es el cumpleaños de Sel, no sé qué regalarle...— digo.

—¿ropa? – responde Liz.

—¿libros? – aporta Mady.

—No sé qué darle, pero sé que quiero que sea algo especial.

Sel es una persona importante para mí, así que es obvio que quiero darle algo lindo, aparte que por lo que sé no está pasando por un buen momento.

Tristemente, ella empezó su turno antes que nosotras, por lo que no pudo acompañarnos en nuestra mañana de compras.

Al principio todo era lindo, pero poco a poco veo que más gente se me queda mirando. Se supondría que es normal, pero cada vez más personas secan sus teléfonos para empezar a filmarme con sus teléfonos.

Mierda...

Tiempo después dejaron de ser personas con teléfonos y empezaron a ser cámaras.

Intento no alertar a los chicos, pero me suelto de su agarre y me coloco una sudadera con capucha.

Logro escabullirme entre la gente para perder a los paparazzis. Solo que hago que llamo la atención de mis acompañantes.

—Lía – Samuel me toma del brazo delicadamente para hacer que me detenga.

—Amelia, ¿Qué pasa? – me pregunta Mady.

—Paparazzi...— susurro mirando a Samuel. Su expresión despreocupada cambia totalmente por una de enojo.

—¿Cómo en las películas? – cuestiona Mady ilusionada.

—Peor. Lo lamento mucho, chicos. Creo que lo mejor es que me vaya.

—Yo me voy contigo – dice Samuel automáticamente.

—Si vámonos – concreta la rubia.

—No, yo me voy y ustedes se quedan. No quiero que se arruine su día.

—Nada de eso, vinimos juntos, nos vamos juntos. No te vamos a dejar sola en esto – Apoya la pelirroja.

—Ya estoy acostumbrada...

—No importaba. Vamos contigo. — declara Samuel.

Sin mucho ánimo de seguir discutiendo el tema, empezamos a caminar lo más rápido que posible con la cabeza agachada.

—Las escaleras están rodeabas, pero el ascensor está libre – decreta el policía que tengo por amigo.

Sí, Samuel es policía.

Cada vez más personas nos empiezan a seguir. Por suerte, la entrada al ascensor está bastante despegada.

Unos cuantos metros antes de llegar, Liz choco con alguien... con una cámara.

COÑO DE LA MADRE.

—Lo lamento — se disculpó sin levantar la mirada.

—¿Amelia Pérez? — pregunta.

Por reflejo levanto la cabeza, encontrándome de frente con él.

—Señorita Pérez, ¿respondería algunas preguntas?

—Ella no responderá nada – ladra Samuel.

Al parecer sus colegas lo escucharon porque otro montón de gente se acerca.

HORA DE LA MUERTEWhere stories live. Discover now