30- Hora de aprender cuando callar.

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Alex.

Abro la puerta de mi departamento sin decir una sola palabra. Le hago una seña con la cabeza a Lia para que ella entre primero.

Sigo sin creer que vino. Lo cual no estoy completamente seguro de que allá ha sido algo bueno.

No por ella, sino por mí, el hecho de que alguien me vea tan vulnerable, el hecho de que alguien vea esa parte de mí me causa vergüenza. Me causa una muy profunda incomodad, es como me viste en mi peor momento y pienso nunca nada será como antes, siento que me verá como si fuera débil, siento que mi valor ante ellos disminuirá, siento que me verán como una pequeña criatura que necesita ser trataba con pinzas. También vienen las preguntas incómodas, las miradas, ¡las miradas!, te miran con lástima, como si en su cabeza no existiera nada más que ese momento, como si toda tu personalidad desapareciera, como si sus recuerdos contigo desaparecieran y solo quedara ese jodido momento.

Es como si todo de ti se redujera a tus peores momentos, como si el mundo te redujera a nada. Te redujera a ser la persona que no es capaz de liderar con sus emociones, lo cual no tiene que ser necesariamente cierto. Pero nadie pregunta, solo lo asumen y cuando pregunta hacen preguntar incómodas, que fueron estructuradas por sus pensamientos desinformados.

O al menos esa ha sido mi experiencia...

Y tampoco es como que me guste mucho hablar de mis problemas, no siento que sea algo que pueda contar así de la nada, no tengo la valentía para contarle a alguien lo que viví.

- Voy a tomar un baño, prometo no tardar- digo sin mirarla.

-Vale- responde en voz baja.

Entro a la ducha, el agua fría hace que me relaje un poco.

Quiero estar solo, pero no quiero que se vaya, no quiero hablar, pero tengo mucho que explicar, no quiero que ella me vea diferente, pero tengo que prepararme para la idea de que lo haga.

Salgo de la ducha sin mucho ánimo, enrollo una toalla en mi cintura. Veo mi reflejo en el espejo, tengo los ojos rojos e hinchados.

Solo respira... Dale en veneficio de la duda.

Salgo del baño de mi cuarto, y voy directo a mi armario, me coloco un pantalón de pijama.

Camino a la sala sin mucha prisa.

-Hola- saluda. Está sentada en mi sofá.

-Hola, Amelia- abro y cierro la boca intentando encontrar las palabras adecuadas.

No quiero hablar. Jamás me ha gustado hablar de esto con alguien ajeno a mi terapeuta, ni siquiera con mi madre.

Ella me mira con mucha atención, como si supiera exactamente que estoy tratando decir o en su defecto no decir.

-¿Qué quieres comer?- pregunta con una sonrisa.

-¿ah?

-¿Qué quieres comer? Podríamos comer pizza, pero yo sigo intentando comer sano, no importa pediere una ensalada, ¿entonces qué? - dice mirando su teléfono.

-¿Si sabes que comer sano no se reduce a comer ensaladas, verdad?- pregunto sentándome junto a ella.

-Lo sé, pero es más fácil, así- se excusa.

Me siento un poco menos tenso.

-No es más fácil, es más soso- rebato.

Sé que en algún momento vamos a tener que hablar de eso, pero hoy no será.

Desde que Lia llego no me había detenido a determinar la manera en la que está vestida, lleva una camisa como cuatro tallas más grandes que ella, un pantalón deportivo, y su cabello está recogido en dos trenzas.

HORA DE LA MUERTEWhere stories live. Discover now