LA PRIMER PALABRA DEL EVANGELIO: El servicio a Dios incluye sacrificio, entrega, abnegación, valentía, consagración, generosidad, amor, pasión por las almas encendida por Dios. La primer palabra del evangelio era el mensaje de Juan el Bautista. "..Arrepentíos.." He ahí un verdadero profeta, un verdadero predicador de sana doctrina, un genuino vocero de Dios.
No fue en vano el desierto para Juan el Bautista "La voz en el desierto" no le decía cosas bonitas a la gente.
El les decía: "..Arrepiéntanse, hay que convertirse a Dios, hay que dejar de robar, de adulterar, de fornicar, de mentir, de simular.."
A los gobernantes, a los sacerdotes, a las autoridades eclesiásticas, a la religión oficial desnudaba con su mensaje diciendo: "..Arrepentíos.."
No es la apariencia, es la verdad. A Herodes, (La máxima autoridad de la época), le decía: "..¡No te es lícito tener la mujer de tu hermano!.." ¿De donde sacó Juan esa autoridad?. Tenía más autoridad que Herodes y todo su ejército. El obrero y la congregación tenemos que estar preparados. Tenemos que estar firmes en este tiempo donde abunda el pecado. Dios tiene que limpiarnos, depurarnos, purificarnos, librarnos y santificarnos en este tiempo difícil. Cristo viene a buscar su iglesia, y no va a llevar a una iglesia contaminada, en pecado, apagada, en mentira, en orgullo, en soberbia. Él va a llevar a su esposa, sujeta a Él. Por eso tenemos que sujetarnos a Cristo, y doblar nuestras rodillas delante de Jesús y confesarle como Rey de Reyes y Señor de señores en nuestra propia vida. La iglesia debe tener fuerza para dar vida. Como la mujer que está de nueve meses debe tener fuerzas para parir, para hacer nacer, para dar a luz hijos, con sus lomos ceñidos, con oración intensa. Tiene que haber oración en la iglesia, se tiene que oír el sonido hermoso que produce la oración. El Espíritu del Dios vivo nos quiere encender con el mensaje del arrepentimiento, de la conversión, de la fe, de la reconciliación con Dios, con el mensaje que hace volver el corazón de los padres a los hijos y de los hijos a los padres. Con el único mensaje que produce cambios de vida, transformación de hogares, salvación de la familia. Por eso, no me averguenzo de ser un predicador del mensaje del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.
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