CAPÍTULO 7

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El verano había comenzado, el sol cada vez pegaba más fuerte, la ropa era más corta y la playa se llenaba de personas.
Lucy debía ir a Cobra Kai a llevarle la vianda a su padre, ésto de la escuela de karate se le había vuelto una costumbre a Kreese.

— Ve con cuidado, cariño. — chocaron puños junto a su madre y Lucy.

Ésta tomó su patineta y se marchó de ahí junto a la comida.

Al llegar a la escuela de karate, se adentró y miró a cada uno, hasta encontrar a su padre.

— John, sigue la clase. — fueron las palabras de Kreese.

El chico rubio se acercó dónde él se encontraba, se inclinó en forma de respeto y siguió la clase normalmente, mientras su padre se adentraba al pequeño despacho junto a su vianda.

— ¿Tu madre? — fue su pregunta.

— Ella está en casa. — fueron sus únicas palabras.

No compartían mucha conversación, éso le causaba dolor en el pecho a Lucy. Haber perdido ésa conexión que tenía junto a su padre, le dolía y muchísimo.

— Sensei... — la voz del rubio se escuchó dentro del despacho. Lucy se dio la vuelta para mirarlo mejor.

Habían pasado tres meses y jamás había prestado atención a aquél chico rubio de ojos claros y de alta estatura.

— ¿Qué quieres Lawrence? — preguntó su padre.

¿Lawrence? Aquél nombre le sonaba, pero era muy lejano de sus pensamientos.

— Tommy se rompió el brazo. — miró a Lucy y quitó su mirada rápidamente para volver a ver al Sensei.

— Bien. Dile que aguarde veinte minutos, termino de comer y lo llevaré al hospital. — respondió sin importancia mientras seguía comiendo.

Aquél joven de ojos azules miró a Lucy nuevamente, se inclinó y salió rápidamente de ahí.

— ¿Quién es él? — preguntó Lucy curiosa.

— Éso no debería de interesarte. — respondió. Se limpió la comisura de los labios y dejó la servilleta encima de la mesa. — Ve a casa, debo de llevar al inútil de Tommy al hospital. — se levantó y esperó a que su hija saliera del despacho.

Ésta salió y se quedó cerca de los alumnos de su padre. Miró a uno de ellos, aseguró que era ése tal Tommy, ya que se encontraba sentado en una banca y llorando del dolor en su brazo.

Aquellos ojos bonitos se volvieron a cruzar con los de ella. Todos los alumnos se habían inclinado hacia el tal Lawrence, el alumno favorito del padre de Lucy y él sobresalió entre todos ellos dándole una bella sonrisa.

 Todos los alumnos se habían inclinado hacia el tal Lawrence, el alumno favorito del padre de Lucy y él sobresalió entre todos ellos dándole una bella sonrisa

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Lucy rodó los ojos. Se daba cuenta de lejos que se trataba de los niñatos ricachones que piensan que con una mirada o un guiño de ojo, podrían tener a cualquier chica a sus pies.

Vio a su padre salir del despacho ya cambiado y ella se acercó a él.

— ¿Quieres que te acompañe? — preguntó Lucy viendo cómo éste se acercaba a su alumno lastimado.

— No. Quiero que te quedes, cuando termine la clase, cierras el local y te vas directo a casa. — ordenó y ella asintió no tan convencida.

Hacía ya una hora que se había ido su padre

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Hacía ya una hora que se había ido su padre. Ya estaba oscureciendo y la clase acabaría muy pronto. Salió del despacho y se acercó al tal Lawrence.

— Oye Lawrence, necesito que me digas dónde están las llaves. — preguntó.

— Están en ésa repisa. — señaló mientras John acomodaba unas cosas del suelo.

Ya todos comenzaban a irse y ambos se habían quedado solos junto al guardia de seguridad.

— Un gusto, mi nombre es John, John Lawrence. — estiró su mano. Lucy se le quedó mirando y sonrió.

— Lucila Kreese. — respondió ésta estrechando ambas manos.

— Un gusto hija de Kreese. — dijo bromeando, mientras se colocaba los zapatos.

— Un gusto sirvienta de Kreese. — respondió a la broma. Ambos rieron.

John le había ayudado a cerrar el local y tomó su patineta. Ambos salieron de ahí y se quedaron en la puerta.

— Bien. Seguro nos veremos mañana. — dijo Lucy estirando su mano junto a un puño, éste estaba a punto de golpearlo pero miró su patineta.

— Está de noche. ¿Quieres que te lleve a tu casa? — preguntó. Lucy se negó varias veces hasta que aceptó; ya que éste no paraba de insistir.

 Lucy se negó varias veces hasta que aceptó; ya que éste no paraba de insistir

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— Gracias por traerme Johnnatan Lawrence. — dijo apunto de reir.

— Es John. — rodó los ojos y rió.

— Adiós. — golpeó su puño con el de él, para luego adentrarse a su casa.


                       • Estaban tan cerca, pero a la vez tan lejos.

COBRA KAI |Johnny Lawrence| Where stories live. Discover now