Es triste pensar que las personas que más amas, son las que más te mienten y lastiman.
Pero la vida es así.
Kreese le enseñaba a su hija lo que son las primeras decepciones de la vida.
Siempre había que golpear primero, golpear fuerte y sin pieda...
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La noche había transcurrido normal. Ambos chicos habían bailado y por ahí se les escapaban las manos en tomar algunas bebidas alcohólicas.
Lucy a lo lejos pudo divisar a Ali Mills, ésta la saludó y ella respondió de igual manera con una sonrisa. Johnny seguía entretenido en su platillo.
— Pareces muerto de hambre. — soltó Lucila y el rubio largó una carcajada, mientras tragaba y tomaba de aquél trapo blanco para limpiarse la salsa de sus labios.
— Puede ser. — respondió y Lucy sonrió animada.
Johnny giró para donde miraba su acompañante, ahí vio a la chica rubia, tragó saliva y miró nuevamente a la chica que tenía en frente, le sonrió.
— ¿Quieres que volvamos a bailar? — preguntó a lo que Lucy negó riendo. — Entiendo que seas un asco en éso, pero te puedo enseñar cómo lo estábamos haciendo recién. — respondió Johnny, Lucy le mostró el dedo de en medio. — Bien, me iré al baño, no te vayas. — dijo mientras se colocaba de pie, ella asintió.
La morocha se colocó de pie y comenzó a caminar por todo el salón. Era demasiado grande, habían muchas personas adineradas, saludaba algunos que conocía por el vecindario y otros le preguntaban de que familia venía.
Un hombre de unos setenta años se quedó charlando junto a ella, muy amigable él y su amada esposa.
— ¿Cómo dijiste que se llamaba tu padre? — preguntó nuevamente a lo que Lucy le respondió con una sonrisa amable.
— John Kreese marines de las fuerzas armadas de Estados Unidos, señor. — respondió y a lo que el hombre contó que había formado parte de ésas fuerzas hace mucho tiempo.
— ¿Él está en casa contigo? — preguntó.
— Si, ahora mismo se encuentra en casa conmigo y mamá, y antes que pregunten, no vino porque estaba cansado; ya que tiene una escuela de karate. Si me disculpan, debo irme. — dijo rápidamente a los dos ancianos.
Mientras hablaba con aquella pareja de ancianos, había visto a lo lejos a Johnny Lawrence compartir palabras junto a Ali Mills; no le importaba en absoluto, sólo que algo le llamó la atención. Jamás había ido al baño, sólo se fue para estar con ella.
Miró hacia la puerta y ahí estaba un Daniel con su cara de decepción, tragó saliva pesadamente y miró a la pareja de hace rato, ambos habían unido sus labios. Las mejillas de Lucy se tornaron rojas y las ganas de llorar se apoderaron de ella.
Los platos de los mozos volaron por los aires, la salsa y el espagueti recién cocinado se encontraban en la ropa blanca de Daniel en el suelo. Todos en el salón comenzaron a reírse, incluyendo a Johnny. Ambos miraron a la morocha, al rubio se le fue la sonrisa del rostro y Ali intentó acercarse, pero ésta pegó la vuelta y se fue corriendo junto a su amigo.
