CAPÍTULO 30

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— Debemos hablar

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— Debemos hablar. — fueron las palabras de su padre entrando a la habitación.

Lucy no le dio importancia y siguió recostada leyendo un libro de historia que su amiga Piper le había prestado para los exámenes que se acercaban.
Kreese se sentó en la orilla de su cama y le quitó el libro. Lucy simplemente lo miró.

— ¿Podemos hablar cómo personas adultas? — preguntó y ella sólo le prestó atención. 

— Quiero que me digas toda la verdad. — soltó sin más y su padre asintió.

— ¿Te acuerdas de ésto? — preguntó su papá tocándole una cicatriz que se encontraba en su hombro y axila. Ella asintió. — No fue la ventana de la cocina rota. — respondió. Lucy tragó saliva y se sentó mejor en la cama para poder prestarle más atención. — Me tocó una misión en Vietnam, tu madre venía de la casa de tu abuela junto a ti en el asiento trasero. Un hombre ebrio se pasó al carril de tu madre y tuvieron un accidente. — contó con los ojos llenos de lágrimas. — Tú tenías apenas nueve meses de nacida. Cuando mi superior se burló diciendo que no las volvería a ver porque habían muerto en un accidente, me sentí fatal. — hizo una pausa. 

Los ojos de Lucy estaban llenos de lágrimas y el nudo en la garganta no tardó tanto en aparecer, su padre se encontraba acariciando su pierna y ella acariciaba su mano por encima de ésta. 

— Debió ser muy duro para ti... — dijo en un susurro y su padre simplemente asintió. — ¿Cuántos años después volviste? — preguntó. 

— Tres meses después mi misión terminó, volví a casa y Marg estaba contigo, te cuidó ésos meses que estuviste en el hospital. Pensamos que no ibas a conservar tu brazo. — dijo con una risa sin ganas. — Pero demostraste que eras una Kreese. — dijo para luego sonreír y contagiar a su hija. 

— Siempre creí que parece una cobra. — dijo mirando su cicatriz y luego rió, pero su padre le sonrió y le tocó el cabello. 

— ¿Por qué crees que mi Dojo se llama Cobra? — preguntó. Lucy simplemente sonrió. — Mostraste mucha fuerza y valentía para salir adelante cuando todo éso pasó, eras más que una cobra. La vida te iba atacar con tan sólo nueve meses, pero supiste superar ésos obstáculos. Supiste pegar primero, pegar muy fuerte y sin piedad y éso te convierte en mi cobra. — respondió para luego sonreír. Ella asintió y lo abrazó. 

Johnny Lawrence

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Johnny Lawrence.

Sus zapatos estaban bien lustrados. Acomodó su corbata mientras se miraba fijamente en el espejo, sonrió. No sonrió por el simple hecho de verse guapo cómo lo hacía todos los días, sino porque se encontraba preparando para juntarse con su Lucy.

Ya era hora, bajó pegando saltos en cada escalón, su sonrisa no se borraría con nada. Miró al hombre de traje que se encontraba sentado en la sala de estar y se le acercó algo tímido.
Hacía mucho tiempo desde que no cruzaban palabras cómo personas normales. Siempre eran discusiones o groserías por parte de ambos.

— Sid. Ya es la hora. — dijo tragando saliva. Éste lo miró y sacó algo de su bolsillo.

— Ten. No quiero ir ésta noche, pero puedes ir tú con tu chica. — le entregó unas llaves.

Johnny las tomó en el aire y las miró.

— Tómalo cómo un regalo adelantado por tu cumpleaños. — dijo con una sonrisa. — Vete, vete o se hará tarde. Está en la cochera de la parte trasera. — explicó y él sonrió para luego correr hacia el patio trasero a buscar el coche nuevo.

Al abrir el portón; su boca cayó al suelo de la sorpresa. Pegó varios saltitos emocionado por aquél Pontiac firebird color rojo dentro del garaje.
Se adentró rápidamente para meterse dentro del auto, colocó las llaves y el ruido del motor encenderse hizo que la sonrisa de Johnny se expandiera aún más. Salió de la casa en busca de su chica que aún no era su chica. 

Luego de un par de minutos, estacionó el coche en la puerta de la casa de su Sensei e hizo sonar su bocina. En segundos una Lucy con un pequeño vestido corto de color blanco y zapatos del mismo color, salió. Dejó su cabello suelto como era de costumbre y le sonrió al verle. 

Por más que no quisiera admitirlo delante de sus amigos, le encantaba verla con aquél cabello suelto. No le hacía falta maquillaje cómo Ali lo hacía, ambas eran muy bonitas, pero Mills siempre no estaba de acuerdo con su aspecto. Lucy era todo lo contrario, ella sabía que estaba bien sin maquillaje y así lo dejaba. Tenía una belleza única y simple. 

Johnny se bajó del coche y abrió la puerta de copiloto. La morocha cerró la puerta de rejas de su casa y se acercó en pasos cortos y rápidos, besó la mejilla del rubio y se adentró al auto color rojizo. Lawrence cerró su puerta y rodeó el vehículo, entró y se marcharon de ahí. Una fiesta los esperaba. 

(COLOCAR MULTIMEDIA)

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— ¿Le han dicho, señorita, que se ve muy bonita hoy? — preguntó con una sonrisa coqueta. 

Las mejillas de la pequeña se tornaron de color carmesí y éso hizo causar la risa de Johnny. 

— Usted también se ve muy guapo, señor Lawrence.  — dijo coqueta y ahora era él que comenzaba a sonrojarse y ella le golpeó el estómago. 

Emprendieron el viaje en silencio, mientras veían la ruta de noche iluminada únicamente por los faroles y el Pontiac.


Los Guns N' Roses comenzaron a sonar el el estéreo de Johnny, al ver que la pequeña Lucy había empezado a cantarla en voz baja; él le subió el volumen. Ambos se miraron con una sonrisa y empezaron a  cantarla en voz alta.

Hasta que Johnny pegaba los gritos de Axl y Lucy se partía de la risa. La estaban pasando excelente con la compañía de los dos sin que se dieran cuenta.

La morocha hacía que tocaba la guitarra mientras el rubio golpeaba su volante en forma de su batería. Seguían cantando hasta que llegaron al lugar dónde entre risas bajaron el volumen de la canción y bajaron del coche. 

Johnny le tiró las llaves a uno de los que estacionan los coches y le tomó del brazo a su pequeña compañera. Entraron al lugar  y Lucy jamás había visto algo tan elegante.  El chico rubio la llevó a una mesa destinada para Lawrence y su acompañante. 

— Imagínate cuando nos casemos y traigamos a nuestros hijos a éstas fiestas. — tiró Johnny y Lucy abrió los ojos como platos. Él comenzó a reírse a carcajadas. 

— Podría acostumbrarme. — dijo sin titubear. Ahora era él quién había quedado sorprendido por tal respuesta. 


COBRA KAI |Johnny Lawrence| Where stories live. Discover now