CAPÍTULO 16

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Lucila se encontraba sosteniendo la bicicleta de Daniel. Habían esperado dos horas y media hasta que se la encontraran en el depósito del avión.

Ambos entraron al complejo dónde vivirían los Larusso. Era un lugar bastante bonito, un poco descuidado, pero la energía que transmitía la gente ahí lo convertía en bonito.

— ¿A dónde es? — preguntó Lucy curiosa. Era algo nuevo para ella ver un lugar tan "humilde".

— Aquí, mi querida Lucy. — respondió con una sonrisa. Señaló aquella puerta de color verde agua con el número 60.

Los ánimos de Daniel le llamaban la atención.

— ¿Qué pasa, eh? — preguntó con cierta delicadeza y apoyando su mano en el hombro del chico.

— Nada... Sólo no estoy tan feliz de venir aquí. — respondió con media sonrisa. — No me malinterpretes, estoy muy feliz de verte otra vez, pero siento que no encajo aquí. — se explicó con cierto nerviosismo.

— Te entiendo... Pero estarás conmigo y yo te llevaré a todas partes, seremos el dúo dinamita como antes. — habló Lucy intentando convencer a su amigo a que cambiara la cara. Éste sonrió y se chocaron sus manos.

Ambos entraron al nuevo apartamento de Daniel y se dispusieron a ayudar a ambas madres que se encontraban charlando y acomodando cosas. Su amigo se acercó al lava manos de la cocina, abrió el grifo y éste se salió, causando la risa de todas. Éste rodó sus ojos y suspiró.

— ¿Podrías ir a lo del señor de mantenimiento y decirle que venga a repararlo? — preguntó Lucille a lo que su hijo bufó molesto. 

— Yo iré. — se ofreció Lucy.

Salió del apartamento, bajó las escaleras y encontró a la misma señora sentada en una silla junto a su mascota y tejiendo. Lucy se acercó amablemente. 

— Disculpe. ¿Sabe dónde encontrar al señor de mantenimiento? — preguntó, la señora amablemente le indicó cómo ir hasta su despacho pequeño. Entendió a la primera y se dirigió a dónde él.

Caminó un par de metros, se adentró más al complejo y giró a la derecha como la señora le había indicado. Ahí había una puerta de su tamaño de madera. Golpeó una vez, dos, tres y nadie le atendió. Suspiró, volvió a golpear y una persona de contextura pequeña... En realidad era de su tamaño, con rasgos asiáticos y con escaso cabello, salió.

— Disculpe... ¿Usted habla español? — preguntó avergonzada. Éste le sonrió.

— Si, pequeña. ¿Tú que necesitar? — ahora era él quién preguntaba. Ella suspiró aliviada.

— Yo no soy de aquí. Pero un amigo vive en el apartamento 60 y se le acaba de romper el grifo, me mandaron con usted, porque usted lo sabe reparar y es de aquí. — dijo casi sin aire. Él volvió a sonreír y se adentró a buscar las herramientas.

Caminaron ambos juntos y éste volvió a sonreír mientras señalaba la chaqueta de Lucy. Ella dirigió la vista dónde éste señalaba y le devolvió la sonrisa.

— Cobra. — dijo aquél hombre que desconocía su identidad. 

— Si. Es de una escuela de karate de mi padre, un amigo me prestó su chaqueta. — respondió amablemente y éste asintió. 

—  Cariño, creo que es hora de que nos vayamos. — dijo la madre de Lucy mientras saludaba al hombre de mantenimiento. La adolescente morocha asintió y se despidió con la mano de su amigo.

Volvió la vista a aquél señor y se le acercó, su madre y Daniel le prestaron atención.

— ¿Cómo es su nombre? — preguntó curiosa.

— Naruyoshi MiyaGi. — respondió con otra sonrisa y haciendo una reverencia. Ella asintió y se marchó de ahí junto a su madre. 

— Era un tanto extraño, ¿no crees? — preguntó Lucy mientras subía al auto de su madre

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— Era un tanto extraño, ¿no crees? — preguntó Lucy mientras subía al auto de su madre.

— Opino que es extraño cómo toda ésa gente de ésos países asiáticos. — respondió sin importancia mientras encendía el coche.

— Mamá, sonaste cómo una racista. — la regañó y su madre rió por lo bajo. — Pareciste a papá. — dijo ésto último mientras se colocaba el cinturón de seguridad y se acomodaba mejor en su asiento. 

COBRA KAI |Johnny Lawrence| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora