Es triste pensar que las personas que más amas, son las que más te mienten y lastiman.
Pero la vida es así.
Kreese le enseñaba a su hija lo que son las primeras decepciones de la vida.
Siempre había que golpear primero, golpear fuerte y sin pieda...
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Johnny Lawrence.
El líder de los cobras salía del hospital, había ido a ver a Tommy, éste se encontraba evolucionando en el tema de la caída con la motocicleta, pero aún lo tenían dormido para seguir haciendo estudios sobre su tumor.
Sus amigos estaban sentados en la sala de espera. Sonrieron y se marcharon del lugar.
— ¿Vamos a la playa? — preguntó Bobby mientras se subía a la motocicleta.
— Hoy debemos de estar a las cinco en el Dojo. — explicó Dutch y todos se quejaron.
Tenía razón, a las cinco debían estar en karate para seguir practicando para el torneo que ya faltaba un mes.
Todos encendieron las motocicletas y tomaron rumbo a la escuela. A los pocos minutos llegaron y estacionaron dónde siempre. Se adentraron al local y quitaron sus zapatillas.
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Daniel LaRusso.
Caminando luego de haber dejado su bicicleta del otro lado del restaurante, antes de entrar pudo ver un local de escuela de karate. Sonrió ampliamente. Se acercó a la ventana dónde se encontraba su madre colocando los utensilios y le hizo señas, ésta le prestó atención y le dio permiso a que fuese a averiguar.
— ¡Cobra Kai! ¡Cobra Kai! — gritaban al unísono.
Daniel miraba a todo su alrededor, el gran cuadro de aquél hombre que no le caía para nada bien, se encontraba ahí, el padre de Lucila. Suspiró. Y se sentó a un lado de otra persona que miraba las clases.
— ¡Posición! — todos se colocaron en posición de pelea. — ¡Hai! — gritó John Kreese mientras se paseaba entre lineas de sus alumnos. Ellos daban un golpe a la nada y volvía a gritar lo mismo.
