Capítulo 3: La célula.

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Continué mirando mi móvil fijamente, esperando que esto no fuera real y estuviera en una especie de sueño.

—Que no encuentro las cuentas de Madelaine y Pía —respondí, alterado—. ¿Se las habrán borrado...?

—Pero si ya nos habían bloqueado —dijo mi hermano, con confusión—. A ver, prueba a buscarlas en la cuenta de Carlota.

Me metí a la cuenta de Carlota (cuenta falsa que usábamos para cotillear) pero tampoco pude encontrar sus cuentas.

—¿Ves? —le dije a mi hermano, con ojos de loco.

—Joder, estos tíos están locos... ¿deberíamos ayudar a Madelaine y Pía? —preguntó, con cierta inseguridad.

—Creo que si intentamos meternos, lo único que lograremos es empeorar las cosas.

—Pero... ¿Es mejor dejarles así? ¿No deberíamos al menos denunciar o algo así? —Insistió mi hermano.

Iba a contestar pero, justo en ese instante, mi madre comenzó a chillarnos, como siempre:

—Gilipollas estos... ¡No me extraña que lleguéis tarde, a ver si os morís por ahí!

—Anda que está de buen humor... —comentó mi hermano, mientras nos subíamos al coche.

Cuando llegamos al instituto, entramos en el aula y nos pusimos a charlar con varios compañeros. Tras unos minutos, nuestro profesor entró al aula.

—Bonjour —saludó—. Os tengo que decir que vais a hacer un proyecto con gente de otra clase, seréis seis personas en cada grupo, así que ahora vamos a ver quien irá en cada grupo. El trabajo es sobre las células.

Mi hermano me miró con nervios, ya que Pía y Madelaine iban a otra clase, lo que significaba que podríamos ir juntos.

—Veremos a ver si no nos toca con Madelaine y Pía —dijo, con preocupación.

—Seguro nos pone con Mario y Álvaro —le respondí—. Aunque espero que no, porque nos sacarían las células a puñetazos...

—Voy a sacar estos pequeños papeles con nombres, para ver quien va en cada grupo —explicó el profesor, poniéndose de puntillas—. Y el primer miembro del grupo uno es... ¡Álvaro!

—¿Qué Álvaro? —preguntó mi hermano.

—Álvaro Martínez —le contestó el profesor, abriendo sus ojos como platos.

—Vaya... —suspiró—. A ver con quien me toca...

El profesor volvió a introducir su mano en la caja.

—Y el segundo integrante del grupo uno es... ¡Sebastián! —dijo, mientras me miraba.

—¡Olé! ¡Mira, algo bueno! —exclamó Álvaro.

El profesor siguió diciendo nombres para nuestro grupo. Nos tocó con dos amigos, un chico llamado Lucas pero al que todos apodaban Lolo y Alireza, un amigo de mi hermano. Solo faltaban dos personas más.

—El quinto miembro es... Madelaine —dijo mientras abría un papel y cogía otro—. Y la última es Pía. ¿Contentos con vuestro grupo? ¿Sí, no...? ¿Os habéis olvidado de los integrantes...?

—Sí, supongo... —le contestó mi hermano y luego me susurró—. Madre mía, ¿Sabes que vamos a morir si se enteran Mario y Álvaro?

—Nos sacarán los átomos —me comencé a reír solo.

—Real, lo que nos faltaba —contestó y luego continuó—. Pero bueno, a lo mejor podemos hacernos amigos de ellas.

—Puede ser —respondí, sin muchas esperanzas—. Al menos las células servirán de algo...

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