Capítulo 19: Perro a la plancha.

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Mientras todo eso estaba sucediendo, en la buhardilla estaban mi madre y mi hermano Sebas. Mi madre estaba viendo una novela turca irónicamente, mientras que mi hermano estaba robándome la consola. Yo alejé a Antonella de mí y me quedé mirando fijamente a las recién llegadas.

—¡A la chingada! —exclamó la brasileña, con confusión.

—Eh... ¿No es lo que parece...? —traté de justificarme sin éxito.

—¡Bitches, interrumpieron nuestro momento! —gritó la divina, enfadada tras la intervención de las chicas—. ¡Bye, Bye, girls!

—¿Cómo que no es lo que parece? Yo creo que sí... —dijo decepcionada la jóven de barbilla pronunciada.

—Aquí no pueden romper corazones —Solsito procedió a hacer un comentario sin sentido, como siempre solía hacer.

—Ella se me lanzó —les aclaré.

—No debí haber confiado en ti... —mi mejor amiga comenzó a lamentarse en voz baja.

—Mejor me quedaba con Charles en Brasil... —Camila, por su lado, comentó que debió quedarse con su antiguo ligue.

—Pero... pero... ¡No hice nada, lo juro! —traté de pedir piedad otra vez, pero las jóvenes no atendían a razones.

You wanted to kiss me! —exclamó la divina, como si yo hubiera querido besarla.

—Eso no es verdad, ¡Antonella, deja de mentir! —le grité, desesperado por no dañar a las otras dos adolescentes.

—Pero es la verdad, love... —la presumida dejó soltar un suspiro.

De repente, Sol no aguantó la presión y salió corriendo entre lágrimas. Yo, sin dudarlo, me dirigí a consolarla.

—Solsito, ¿Qué te pasa? —pregunté, confundido.

—Álvaro, a ti te gusta Antonella, ¿Verdad? —cuestionó, con lágrimas rodando por sus mejillas.

—¡Claro que no! —exclamé, negándolo por quinta vez— ¿Cuántas veces lo tengo que repetir?

Mi mejor amiga procedió a quedarse en silencio. Yo, al ver que no iba a decir nada más, traté de seguir consolándola.

—Te estoy diciendo la verdad, puedes estar tranquila, ella no me gusta.

—¿De verdad? —emitió un suspiro de alivio—. Está bien, te creo.

—¿Ya estás bien otra vez? —pregunté, con una sonrisa.

Ella asintió, así que decidimos volver a mi cuarto. Sin embargo, cuando lo hicimos, encontramos a Camila y Antonella tirándose de los pelos, peleándose sin razón aparente.

—¿Qué hacéis? —pregunté, separándolas para que no siguieran haciéndose daño entre sí.

—Mira, ¡La mosquita muerta! —Camila puso una voz similar a la de la divina, al parecer estaba imitándola.

Mi hermano bajó debido al ruido y, al darse cuenta de que llevaba mi consola, la escondió en su espalda, pero olvidándose de bajarle el volumen.

—¿Qué jaleo lleváis? —cuestionó, ocultando la consola.

Me? ¿Mosquita muerta? You are disgusting, ¡Pato peruano! —exclamó Antonella, respondiendo al ataque de Camila.

—Bueno, chicas, ¡Parar ya! —dije yo, tratando de bajarles los humos sin éxito.

—¿Qué ganáis peleando? —preguntó Solsito, sin entender tal estúpida pelea.

—No sé —contestó la brasileña— ¡Lo único que sé es que quiero que Anto se vaya!

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