Capítulo 11: Pelirroja a la luz de la luna.

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Francisca comenzó a reírse malvadamente.

—Lo verás en el juicio. Quiero ver tu cara de sorpresa junto a los otros de la sala —respondió Francisca a Barbie.

—Muy bien mamá, tengo la mejor madre del mundo —sacó sus dientes de conejo y comenzó a abrazarla.

—Cuando demostremos que es culpable, saldremos en todos los programas y seremos famosas —volvió a reír la madre malvadamente.

Álvaro

Nos despertamos y fuimos a recepción a preguntar si tenían algún puesto de trabajo para nosotros.

—Justo en el hotel necesitamos reponedores para el restaurante —contestó un empleado del hotel con cara de Calamardo.

—Pues nosotros nos ofrecemos —contesté.

—Sí, sí, prometemos trabajar duro —respondió Madelaine.

—Justamente ya ha llegado el camión, podéis empezar ahora mismo —nos señaló el camión y nos dimos cuenta que era de la empresa Poyota de Álvaro Salazar.

—Vaya, menuda casualidad, ¿eh? —dije mientras miraba a Mad.

—¿Eh? ¿No hay otro camión? —preguntó Mad mirando al empleado.

—Tenéis que reponer los que haya, yo no sé si son de las Poyotas o que —contestó el empleado de forma borde.

—¿Y ahora qué hacemos? —me susurró Mad.

—¿Va a pasar algo porque repongamos su camión? —le pregunté.

—No creo, pero es que estaríamos beneficiando a la empresa de los padres de Álvaro...

—Bueno, pero al final es para ganar dinero, ¿Qué más da? —me rasqué la cabeza.

—Bueno, vamos —dijo Mad suspirando.

Comenzamos a reponer las cajas que había en el camión. Tras pasar un par de horas le pregunté a Madelaine si estaba cansada.

—Estoy bien, gracias por preocuparte —me sonrió cálidamente.

Finalmente se hizo de noche y logramos terminar, aunque teníamos mucho cansancio físico.

—Por fin terminamos —respiró aliviada.

—Sí, ahora si quieres podemos salir a dar un paseo o algo, para descansar, si quieres, claro... —dije un poco inseguro.

—Sí, claro, quiero descansar —se secó las gotas de sudor que recorrían su frente—. Por dios, no puedo creer que tengamos que reponer poyotas... —desvió el tema de conversación.

—Ya, es que muy mala suerte, tío —empezamos a caminar por un paseo dirigiéndonos hacia la playa.

—Espero que no nos encuentren... No se de que sería capaz Álvaro si nos encuentra —noté como se le pusieron los ojos llorosos.

—Bueno, tranquila, no dejaré que eso pase —le dí la mano—. Si te vuelve a hacer algo le reviento la cara —le dije mirándola fijamente a los ojos.

—Todos me veían como una chica inalcanzable, la más popular, la más guapa... Nadie sabía el infierno que vivía, solo mi hermano —noté como su voz se iba quebrando poco a poco.

—Yo cuando me di cuenta, no podía creerlo... —la rodeé con mis brazos—. Te juro que me daba impotencia no poder hacer nada...

Al caminar unos minutos más llegamos a la playa y nos sentamos mirando al mar.

—¿Te cuento algo? Yo en primero de la E.S.O no era así... Antonella y sus amigas siempre me trataban horrible por ser pelirroja... una vez en el baño me pusieron frente a un espejo y dijeron que mirara lo fea y rara que era... —comenzó a sollozar.

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