Capítulo 8: Barbie Bunny.

363 209 316
                                    

Nos quedamos mirándonos por unos segundos en silencio.

—Tamara... Nosotros estuvimos juntos hace tiempo... Pero, cuando tuviste aquel accidente, te olvidaste de todo, incluyendo que habíamos estado juntos —la miré intensamente a los ojos.

—¿En serio? ¿Y por qué no me dijiste nada en todo este tiempo? Ya entiendo muchas cosas... —puso una cara que transmitía confusión.

—Porque no podía decirte todo de golpe, contarte todo eso en tu estado hace tres meses hubiera sido una auténtica temeridad —me puse serio.

—Ay, ahora me siento mal por vos, has tenido que sufrir mucho por mí... Pero ahora sé porque siento una atracción y una conexión hacia tí —me dijo con una sonrisa leve y sus ojos comenzaron a ponerse llorosos.

—¿Qué? ¿Conmigo? —pregunté, sorprendido.

—Sí... —dijo, casi susurrando.

—Bueno, yo... siento no habértelo dicho antes... Es que me preocupo mucho por ti y prefería no decirte nada.

—No pasa nada Sebas, lo entiendo, era por mi bien, pero no poder recordar nada me deja un mal sabor de boca... —se puso las manos a la cabeza.

—No es tu culpa no poder recordar nada, yo ya lo sé... -intenté tranquilizarla.

—Bueno, si quieres podemos intentar avanzar más en nuestra relación y ver si recuerdo cosas —se frotó ojos.

De fondo, pudimos oír a una empleada y una muchacha teniendo una conversación.

—¿Qué? —gritó la empleada, que era una anciana con poca audición.

—¡Quiero una empanada! —una jóven de aspecto ecuatoriano le devolvió el grito.

—Ay, que escandalosas, ¿No crees? —me susurró Tammy—. ¿Por qué no damos un paseo?

—Sí, mejor —contesté, levantándome de mi asiento.

—¡Pá-ga-me! —exclamó la empleada, acercándose a mí.

—Ahora mismo —respondí, con los ojos cristalinos debido a su grito—. Traiga el tarjetero...

—No tengo tarjetero —me contestó.

—Bueno, en ese caso, yo tengo efectivo —Tamara le pagó con un billete de diez euros y nos fuimos.

Nos pusimos a dar vueltas por las calles en forma de paseo.

—Me molestó que me mintieras —expresó Tamara, enfadada.

—Lo siento... —contesté arrepentido.

—¿Por qué lo hiciste? Por si fuera poco, metiste en un lío a tu hermano, porque Antonella me escuchó mientras se lo decía a Jose —me explicó, alterada.

—Es que quería seguir hablando contigo, pero como no soy muy hablador y no sabía que decir, me inventé eso, aunque no pensé que llegaría tan lejos... —junte mis dedos índices y bajé la mirada al suelo.

—Sebas, pero si eres maravilloso sin tener que inventarte nada... —puso su mano en su rostro y movió su cabeza en forma de negación—. En fin, te voy a perdonar con la condición de que no vuelvas a mentirme, porque le has hecho daño a tu hermano.

—Sí, obvio, nunca más te mentiré. Aparte, tu me dijiste quien te gustaba, y yo no quería decirte la verdad pero me dolía no decírtelo... —dije, angustiado.

—Pero, entonces, ¿Quién te gusta?

—Lo siento mucho, no es que no confíe en tí, pero... no puedo especificar por varias razones y no quiero volver a mentirte...

Obsesiones Where stories live. Discover now