Capítulo 2

43 24 7
                                    

El instinto de supervivencia debe primar a la curiosidad,

no arriesgues la vida por dudas sencillas de responder.

Desconfía de quien te de las respuestas con confianza

porque en Gray Village nadie dice la verdad (...)

sin primero tomar unos tragos.

*

Golpeo la puerta tres veces, en un ritmo constante. La casa blanca se encuentra en completo silencio, sin luces, sin vida. Vuelvo a dar un vistazo a la fachada, creo que la han remodelado. La pintura parece estar secando aún.

—¿Crees que esté Finner? —Zara tiembla un poco.

La noche es aún más fría a esta hora, además de ser abrumadora. Después de nuestra visita a la casa Rosada y al insufrible de Roger, el silencio en el centro del bloque se volvió peligroso, el silencio es más peligroso que el murmullo. Antes de llegar a cruzar el bosque para llegar a casa, Zara sugirió pasar la noche en la casa White, como prevención a cualquier catástrofe.

—¿Y si tocas más fuerte?

Ruedo los ojos.

—Pues toca tú. Me duelen las manos Zara, estoy congelada.

—Pero son tus conocidos. Además, me avergüenza molestarlos a estas horas.

—A ti te avergüenza todo —refunfuño.

Vuelvo a tocar la puerta, con un poco más de fuerza. Los minutos pasan, pero nadie llega a abrir la puerta. ¡Luz bendita, dame un poco de la paciencia que no tengo!

—¿Y si gritas?

—Bien, Zara —Gruño—. ¿No sería más fácil ir al edificio de la guardia real y entregarnos? De seguro la soga de la horca se verá genial en mi cuello.

Suelta un pequeño jadeo.

—No bromees con eso.

—Entonces no propongas estupideces.

Frunce el ceño y yo también. Ambas estamos cabreadas, yo más que ella. No puedo dejar de pensar en Roger, y eso me deja con un humor aún más rastrero, junto a eso, sé lo que significa estar fuera de casa a estas horas. Dejo ir un largo suspiro y me limito a desatar mi ira contra la puerta, golpeando con insistencia.

Unos pasos se oyen desde un cuarto cercano, avanzan apresurados. Me alejo de la puerta y le dedico una sonrisa inocente a mi amiga, que aún me observa molesta. El pulcro pedazo de madera es abierto por una anciana de cabello blanco perfectamente peinado, lleva unas trenzas unidas en una coleta baja, dando a resaltar sus facciones finas. Sus ojos son de color azul brillante, similares a un par de zafiros. Doy un paso hacia atrás y me inclino un poco hacia adelante.

—Señora White.

—Colette... —murmura, su mirada va desde mis pies hasta mi rostro y luego se gira hacia Zara— y Zara.

—Plan de emergencia.

—Sí, lo supuse.

Alzo la mirada hacia el marco de la puerta, que está bastante descolorido. Ninguna casa del bloque da para hospedaje, sus fachadas son descuidadas, destrozadas. Nadie se quedaría en un lugar en el que podrás ver a través de la pared lo que hace la persona de la habitación vecina. Señalo el interior de la casa.

—¿Podemos pasar?

—¿Alguna vez les he negado la entrada? —inquiere, alzando su fina ceja derecha—. Adelante.

En medio del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora