Capítulo 16

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COLETTE

Estamos sentados frente a frente, no nos movimos del callejón, él solo se sentó apoyando su espalda en la sucia casa del frente, que forma el pasillo. Al parecer no le importa ensuciar su lujoso traje. Las personas que estaban al final del pequeño callejón, se fueron apenas él les hizo una señal y en realidad dudo que de un día para otro se haya convertido en algún tipo de traficante de drogas, pero una nunca sabe.

—¿Eres traficante?

—¿Cómo has estado?

Ambos hablamos al mismo tiempo, algo que lo hace reír, una sonrisa baja y suave.

—Acabo de tener un deja vú —murmura, inclinando su cabeza—. Respondiendo a tu pregunta, Colette —hace un hincapié innecesario en mi nombre, con un acento que lo hace sonar bonito—: No, no soy traficante.

—¿O sea que aún vives con los Purple?

—Así es, jamás me fui de su lado y ellos jamás me expulsaron de su hogar.

—¿Cómo está Victoria?

—Bien, será una buena líder.

—Siempre estuvo hecha para ese puesto. —Suelto una pequeña risa, que suena más a que soy una cínica de mierda, pero no fue con intención— Me alegra.

Otra vez, suena como una gran mentira y él lo nota. Su sonrisa no decae, solo entrecierra sus ojos un poco, pareciendo divertido.

—¿Cómo estás tú?

—Ah, yo bien.

La fijeza con la que me observa no me intimida, pero siento un ligero calor en las mejillas.

—Tus ojos siguen oscuros —murmura.

—¿Me viste tenerlos azules alguna vez?

—No, pero están negros, Colette, completamente.

—No es de tu incumbencia.

Entonces, logro que su sonrisa decaiga. Se relame los labios.

—¿Estuviste en el ataque?

—Sí, fue terrible —Me percino—. Dios castigue a esas almas traidoras.

—¿Tus hermanos? ¿La pequeña y dulce Zara?

—Vivos, en buenas condiciones, con buena salud, buenas intenciones.

Resopla, ocultando una risa.

—¿Sabes? No te recordaba tan... —parece intentar pensar en la palabra adecuada.

—Impactante.

—No.

—Magnífica.

Frunce el ceño.

—Preciosa.

—Sí, te recordaba tal como has mencionado, pero no te recordaba tan cínica.

—Ah, es que llegaste seis años tarde, cariño. Te perdiste la grandiosa etapa en la que desarrollé el arte del cinismo.

Eso fue asqueroso, ciérrenme la boca.

—Es una lástima, de seguro hiciste llorar a muchas personas.

—Habrías sido el primero.

—Nunca me harías llorar, lo sabes. —Se desplaza para sentarse junto a mí— No podrías hacerme daño.

—Suenas muy seguro y ha pasado el tiempo.

—Sí, pero jamás dañarías a mi familia. A nadie que lleve mi apellido, lo sabes. Nunca fuimos muy cercanos y aún así siempre te preocupaste por mí, por el solo hecho de ser hijo de Catriel.

En medio del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora