Capítulo 14

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COLETTE

No escucho a Zara, su voz se oye lejana. Está frente a mí, pero siento que millones de kilómetros nos separan. Me vuelvo a tambalear. Mi respiración está agitada, la presión en mi pecho me indica que mi corazón podría simplemente dejar de latir en cualquier minuto. Siento que alguien intenta tomarme del brazo, pero lo aparto con brusquedad. Como puedo, intento llegar a la habitación que según recuerdo era el baño.

Todo lo que veo es oscuridad y esas voces me enloquecen, me abruman. No se ha detenido desde que logré escapar y llegar aquí. No se detendrán. Escucho un relincho a lo lejos que me sobresalta, luego un trueno. Me apoyo en la puerta del baño, llevando una mano a mi pecho y la otra a mi garganta. Estoy perdiendo la cabeza.

—¡Col! —Escucho a lo lejos—. ¿Estás bien? ¡Mierda! ¡Hermana, respóndeme!

Alguien toma mi rostro, entonces sus ojos se conectan con los míos, reconozco el horror en su rostro distorsionado. Asustada, lo empujo lejos de mí y me dirijo a la fuente con agua, sumergiendo mi cabeza allí. No sé cuánto tiempo pasa, pero no me ayuda a mejorar. Entonces, comienzo a gritar.

Las imágenes pasan en mi cabeza una y otra vez, en secuencia repetitiva. Siento a alguien sujetar mi hombro y tirar de mi pelo con fuerza, sacándome fuera del agua. Mi respiración está aún más agitada, no puedo ver quien está frente a mí. Unas manos se aferran a mi rostro, me sacude, me susurra palabras que no entiendo, me abraza. Por instinto llevo mis manos a sus muñecas, buscando alejarlo, pero entonces reconozco algo: una pulsera. Mi sien duele, como si la traspasara un cuchillo que clava una y otra vez.

—Tranquila, soy yo —susurra, abrazándome con más fuerza—. Concéntrate en mi voz. ¿Me reconoces?

—Emerick.

Su cuerpo se relaja, pero yo me mantengo tensa.

—Recuerda cómo funciona, cierra los ojos.

Hago lo que me dice. Respiro hondo, imagino un lugar seguro, y con dificultad, le entrego las dagas que llevaba. Pasan varios minutos, hasta que puedo respirar de forma normal. Él se mantiene en silencio. Las imágenes siguen allí y dudo que se vayan algún día, pero al menos poco a poco mis latidos comienzan a regularse. Suelto un suspiro tembloroso.

—No ha pasado.

—Lo sé —dice en voz baja—, no abras los ojos.

Nos mantenemos en silencio unos minutos más, no es hasta que siento que mi cuerpo ya no está entumecido, cuando el ardor en mi piel se hace presente, cuando las heridas de la batalla me queman, que sé que volví a mis cabales. Abro los ojos, manteniendo el control. Él me observa con precaución, como si estuviera frente a una fiera que en cualquier momento podría atacarlo.

—Tus ojos aún están negros —murmura.

—Tengo el control.

Él se acerca con cuidado, siendo precavido en todo momento. Dirijo la atención a mis manos, con la sangre seca en ellas. Mi ropa tiene una mezcla de sangre y tierra asquerosa, sé que mi rostro no está mejor.

—Esto no te ocurría desde hace años.

—Perdí el control —susurro.

—¿Por qué tardaste tanto en regresar?

Le cuento todo lo que ocurrió desde que Aarón escapó. Yo realmente creí que ese era mi fin, sabía que las probabilidades eran pocas, pero también sabía que no tenía más opciones. Cuando todos esos guardias se abalanzaron sobre mí y las demás personas junto a mí, mi cuerpo temblaba sin control, mis manos sudaban frío. El impacto fue más fuerte de lo que esperaba, uno de ellos se abalanzó sobre mí, golpeándome con su puño cubierto en acero. Entonces, todo fue como revivir un recuerdo, tal vez el peor de todos los recuerdos.

En medio del abismoWhere stories live. Discover now