Capítulo 17

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DESCONOCIDA

Oh, veo que no me has olvidado.

Como ves, yo regreso cada vez que ruegas que no lo haga. Me oculto en tu sombra, en aquel pensamiento reprimido que me suplica regresar por más.

¿Sabes qué es lo curioso de mí? Que nada podrá jamás bloquearme, nada podrá impedirme penetrar en tu mente y destruirla. Disfruto de contar historias pasadas, oscuras y siniestras. Si no lo hago yo, ¿quién lo hará?

Siéntate, esta vez preparé el té para ti.

Lo preparé con gusanos de muertos, para mi mejor oyente.

Hoy te traigo una historia diferente, no podrías comprenderla si no escuchas con atención lo que ocurrió o lo que ocurrirá. Estás tan inmersa en tu propio mundo, en tus sentimientos, en lo que llamas realidad, que no te detienes a observar lo importante. Si te detuvieras más a menudo, verías sobre la pila de cuerpos sin vida sobre los que te sostienes.

Pero no me mires con esos ojos, no estoy diciendo nada extraño, sabes cómo es.

Ahora, quiero hacerte una consulta: ¿Qué tan lejos llegarías por amor?

El amor... Uno de los sentimientos más puros que puede tener un ser humano, uno de los más inocentes e ingenuos. ¿Cómo el ser humano es capaz de convertir algo tan hermoso como el amor en algo oscuro?

¿Matarías por amor?

¿Destruirías por amor?

¿Conspirarías por amor?

¿Torturarías por amor?

El amor es amplio, puedes tenerlo por personas, mascotas, lugares o cosas. En nombre del amor, cometemos las peores atrocidades del mundo, bañamos cada rincón del planeta en sangre y reemplazamos todo cosquilleo alegre en el estómago por un dolor en el pecho, por miedo incontrolable, por odio espeso.

Hoy te traigo una de esas historias y me temo, que no es un cuento de hadas. En Gray Village, nadie puede ser feliz para siempre.

Antes de que tú nacieras, un joven de familia acomodada vagaba por la Feria de celebración a la Corona, de la mano de una preciosa doncella. Se dice que su rostro era pálido, delgado, elegante y llevaba siempre su cabello corto, el cuál era suave y brillante. Su mirada era inexpresiva, podía parecer frío, pero sus actitudes demostraban la dulzura que llevaba en su corazón. Aquel año en particular, a sus veintiún años de edad, desposaría a la mujer de sus sueños.

O al menos, a la mujer con la que debió soñar.

Ambos se detuvieron frente a un puesto, uno que todos ignoraban. En él, un anciano ofrecía frutas preparadas como un postre de la realeza. A su lado, su hijo le ayudaba con la cabeza baja, observando de reojo a cada persona que se cruzaba por el puesto. Nadie les pediría siquiera un bocado, los pobres diablos se veían sucios e indecentes. ¿Cómo les permitieron estar ahí? El hijo mayor del anciano era un guardia real y después de repetidas súplicas, consiguió un lugar para su padre en la Feria.

El joven se detuvo frente al otro muchacho, con el corazón apretado amenazando estallar dentro de su pecho. Él pensaba que aquel jóven frente a él, en otras circunstancias, podría haber sido él.

Gentilmente, extendió su mano hacia la del jóven, deteniendo el trabajo que este estaba ejecutando y en consecuencia, llamando su atención. La mirada del jóven se clavó en el borde del pequeño puesto, mientras que su cabeza se levantó con lentitud y sólo hasta que estuvo a la altura adecuada, sus ojos siguieron el mismo trayecto hasta posarse en las del elegante cliente.

Todos creyeron, que aquel gesto fue la máxima demostración de amabilidad de un hombre como él, incluso su futura esposa pareció orgullosa de la humanidad del muchacho. Lo que nadie entendió, es que a pesar de que su corta interacción duró apenas diez segundos, ellos lo sintieron como años, porque el reconocimiento golpeó ambos corazones.

En medio del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora