Capítulo 4

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COLETTE

«Cuidado con lo que dices y deseas, porque en Gray Village hasta el secreto más oscuro y oculto llega a la corona».

*

Caos y más caos.

Termina un desastre, comienza otro peor.

Gritos, escupos, discursos. Unos tras otros, consecutivamente.

Hay una curiosidad sobre el mes de la celebración a la corona que siempre me ha interesado, tiene que ver con algo que resplandece y surge desde lo más hondo de nuestro ser. Lo puedo notar ahora, cuando dos familias del bloque se enfrentan a muerte. Una de las familias gritó «¡Cierren los mercados!», la otra gritó «¡Abran los mercados!». La guardia llegó a supervisar lo que sucedía, pero no interfirió.

Me alejo un poco de la escena en cuanto más personas se integran a la pelea, es bestial. Los golpes van de aquí hacia allá, las mujeres se enfrentan contra hombres, hombres contra jóvenes, ancianos contra todos.

Una anciana de baja estatura y apariencia dulce, que viste un vestido gris y unas medias rotas, toma uno de los bates en venta del puesto de un comerciante y amenaza al anciano contrincante que hace movimientos de boxeador. Observo hacia los costados, nadie más parece prestar atención a los ancianos, la atención especial está en los hombres que se enfrentan un poco más lejos. Cuando vuelvo la mirada a la escena, me encuentro con una nueva participante, una mujer —también mayor—, que sostiene una vieja sandalia de cuero en su mano.

Ya está, yo le apuesto a la última.

—¡Repite lo que dijiste fósil obsoleto! —grita la del bate.

—¡Vieja sorda! —responde. Golpeando sus puños al aire—. ¡Muerte a la corona!

Por seguridad, decido dar otro paso hacia atrás. Las personas se acumulan por los costados, entreteniéndose con la función que están dando las dos familias.

—¡¿Qué dijiste?!

—¡Cierren los mercados!

—¡No te escucho! ¡Anciano inútil tal como una chancla desgastada!

—¡Cierren los mercados! —grita, aún moviendo sus puños en forma circular.

La pequeña mujer del bate observa a la de la sandalia interrogante.

—¡Creo que dijo que abran los mercados! —responde, frunciendo el ceño.

Oh, Jesús.

La señora del bate abre su boca con falsa sorpresa, dando a notar su pérdida de dientes. Sube las mangas de su vestido viejo y acomoda su desordenado cabello.

—¡AHORA VERÁS, VIEJO LERDO!

—¡¿QUÉ DIJISTE?! —pregunta el anciano.

Me cubro el rostro con impaciencia. No puedo involucrarme en una pelea, mucho menos este mes. Se lo prometí a Finner, a Catriel y además fue el acuerdo con mis hermanos. «Quienes están haciendo su trabajo mientras yo me distraigo observando una batalla épica de ancianos», me regaño; pero se me hace imposible moverme.

Cuando los tres se disponen a dar sus palizas mortales, un hombre joven pasa por mi lado corriendo y gritando a todo volumen, tal como lo hace un soldado para la guerra. Lleva sus brazos levantados formando puños en sus manos y se hace espacio entre las personas que batallan en el lodo. El hombre tiene la pésima idea de cruzar en medio del espacio que separa a los tres ancianos, porque cuando él pasa, el anciano lanza su puño destructor, la pequeña mujer da con su bate y la tercera lanza su sandalia con una puntería sorprendente. El joven cae al suelo inconsciente. Los tres ancianos se observan, se encogen de hombros y se giran buscando a otros contrincantes.

En medio del abismoWhere stories live. Discover now