Capítulo 18

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ANDREW

No es sencillo reinar, la corona pesa en mi cabeza cuando ni siquiera la llevo puesta. Pensar en Zara me ha estado matando lentamente, pensar en que pueda estar en peligro me descontrola. Los bloques son lugares para ciudadanos que no son nobles y también para salvajes, ella no pertenece allí.

La reina, mi madre, quién siempre ha sido más lo primero que lo segundo, bebe de su copa de vino mientras me observa con fijeza, con sus labios fruncidos en disgusto, la sola mención de mi padre la enferma. Ella odiaba al rey, eso no es un secreto para nadie. No la culpo, haberse casado tan joven con aquel hombre, haber vendido aparte de su alma e integridad a él... Destrozó mucho de lo que ella era. Todos dicen que él era un cerdo, y en efecto, concuerdo con esas perspectivas. Mamá festejó su muerte, y en el fondo, yo también.

Lo mejor que le pudo ocurrir a este reino, es el reinado de mi madre y la muerte de mi padre. Pero, para ella ha sido doblemente difícil mantener su posición, muchos ministros han cuestionado su posición como mujer a lo largo de los años y ella se ha vuelto cada vez más severa, no dejando que nadie pueda contradecir su palabra. Es molesto, pero admirable, solo desearía que me viera como su aliado y no como su carga o instrumento para mantener su posición.

—Si no te casarás con alguna MacCaa...

—Aquí vamos otra vez, madre.

—Necesitamos reafirmar tu posición en el trono —Sus críticos ojos recorren mi rostro y frunce el ceño—. La corona se ve débil con estos ataques, te cuestionarán.

—¿Quiénes me cuestionarán? ¿Arnoldo Basile?

—Él es una mascota inútil, pero leal. Su hijo también lo será, aunque sea un desastre.

Desmond, Desmond, Desmond.

Podría tener mejores aliados, pero es lo que me tocó. Desmond podría ser uno de los pocos hombres en este reino que me agradan, al que considero un amigo, a quien recurriría, incluso cuando hemos perdido la amistad que nos unía. Supongo que es lo que pasa cuando creces, él decidió tomar otro camino y lo respeto, pero los lazos familiares nos encuentran tarde o temprano.

—Ninguno de los rehenes ha hablado, esas escorias quieren derribarnos en nuestro propio juego.

Tomo un vaso de vino y lo llevo a mis labios, este es el favorito de mi madre.

—¿Qué quieres hacer, madre?

—Quiero que personalmente le cortes la cabeza a alguno de ellos.

No puedo ocultar la sorpresa, se usar mi espada, pero no sé si soy capaz de utilizarla contra una persona. Claramente, en los libros de historia se cuenta como una parte fácil de la guerra, algo que los reyes, que mis antepasados, disfrutaron. Me temo que no soy como ellos.

—Para eso están nuestros guardias, su majestad.

—¿Te esconderás detrás de Declan durante toda tu vida? —el veneno en su voz hace mi sangre hervir.

Lo negativo de tener una personalidad similar a la de ella, es que exploto con algo de facilidad cuando se trata de sus palabras.

—No me escondo detrás de él, pero cortar cabezas no es mi trabajo.

—Reinar no sólo se trata de dar discursos, lucir bien, escuchar a campesinos por horas con problemas que te son irrelevantes, ir a reuniones con tus ministros y organizar caserías o fiestas... También consiste en dirigir guerras y ensuciarse las manos —Bebe más vino—. No críe a un chiquillo que no sabe enfrentar lo que es matar a un hombre, porque no serás un verdadero rey hasta que lo hagas. Tus guardias, tu gente, no puede ensuciarse siempre las manos por ti, a veces debes hacerlo por tu propia cuenta.

En medio del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora