0 - Mientras tanto...

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Las cenizas se hundieron bajo mis botas y los huesos que no terminaron de quemarse crujieron, cedieron ante el peso, rompiéndose en añicos cuando caminé sobre ellos

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Las cenizas se hundieron bajo mis botas y los huesos que no terminaron de quemarse crujieron, cedieron ante el peso, rompiéndose en añicos cuando caminé sobre ellos. El silencio parecía llorar, los lamentos volaron por el viento en un siseo aunque no nadie que pueda estar llorando existe justo aquí y ahora, lo único que me acompaña es el gato negro que avanzaba entre mis piernas, olisqueando lo que ha quedado, siguiendo el rastro de la magia.

—Solo son cenizas, Faraón —el gato maulló como respuesta, mirándome con la nariz manchada de hollín. Sonreí, y agachándome para tomar entre mis dedos un poco de las cenizas, la restregué entre mis dedos para comprobarla por última vez—. Creo que no queda nada más. Buen trabajo, chico.

Sé que no queda nada más, solo estoy siendo precavido, porque de otra forma el cazador no va a dejarme ir tranquilo y tengo cosas importantes que hacer esta noche. El camino de cenizas y de huesos negros es solo una visión normal para mi vida, algo que salió muy mal, pero que me deja saber el trabajo está hecho y que el hechizo ha funcionado, que no queda nadie y que las almas pronto abandonaran el lugar. Si las parcas no están aquí todavía, es porque saben que alguien puede verlos.

Fue un trabajo sencillo, rápido, las noticias lo olvidarían rápidamente porque no era alguien relevante. Ni siquiera sé quién es. Pero es lo que pasa cuando intentas atacar a alguien con protecciones de puta madre, nunca sabes que te vas a encontrar.

Todos se protegen, pero no todos contraatacan.

Faraón maulló, seguí el sonido de su voz a través de las paredes roídas y chamuscadas de la casa, se hacen más negras y olorosas mientas más me adentro. Le veo en una esquina, meneando la cola con lentitud mientras ve un bulto agazapado, negro, quemado y muerto. Distingo al cadáver, no parece una persona más, pero el olor a azufre, Antonio Banderas, canela y girasoles deja bastante en claro que el fuego es culpa de un hechizo de protección que hizo muy bien su trabajo. Uno mío.

—¿Debería cortarte la cabeza por esto?

La pregunta viene a mis espaldas, negué en su dirección. Su voz es ronca, Faraón se escondió entre mis piernas cuando el cazador avanza hasta nosotros. Es un hombre alto y fornido, lleva gabardina y su revolver danza en sus dedos, a Faraón no le cae bien, aunque en realidad no le cae bien ningún cazador y siempre se esponja cuando los tiene cerca.

—Es lo que pasa cuando intentas maldecir a alguien que sabe lo que hace —señalé descuidado, jugando con los anillos de mis mano. Le di un toque al cuerpo con la punta de mis zapatos, tan chamuscado estaba que se deshizo donde toqué.

—Rex, no toques.

—¿Sabemos quién era? —pregunté, ignorando su advertencia. El cazador asintió.

—No, pero conseguí su pasaporte en la otra habitación. Viene de Cardiff, un tal August, parece humano.

Arrugué el entrecejo.

La filosofía de Rex Gold.Where stories live. Discover now