XIX. No Control

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Existía un gran problema (en realidad muchos) sobre lo hablado con el cazador: no podía entregarle nada porque era yo y mi madre aun no sabía que había llegado a un acuerdo con un solo de ellos

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Existía un gran problema (en realidad muchos) sobre lo hablado con el cazador: no podía entregarle nada porque era yo y mi madre aun no sabía que había llegado a un acuerdo con un solo de ellos. Era complicado, porque no tenía ni idea de cómo iba a solucionar esto, no podía mentirle al cazador y entregarle algo como una mentira porque lo sabría. Reconocería que era falso.

Y obviamente no podía entregarme yo, porque sería suicidio. Pero necesitaba darle algo para liberar a mi padre.

Ah, pero no podía olvidar tampoco el problema de Fleur y el estúpido rastreo que en algún momento iba a alcanzarme y me niego a encararla. También me obstina ignorar los mensajes del modelo con el que salí, y me estoy aburriendo en los ensayos.

Vale, tengo demasiados problemas y ninguna solución, pero prometo que voy a llegar a una resolución...en algún momento. Ojalá pronto porque el estrés saca arrugas y no puedo vivir con arrugas, tengo una imagen que mantener, la prepotencia no se va ni porque esté en peligro inminente de muerte gracias a los cazadores y a un novio celoso que no deja de quejarse por mensajes de las noticias de internet.

No le han gustado las fotos, a mí no me gustó la salida, creo que estamos a mano, pero algo me dice que será peor que eso ¿honestamente? Me emociona.

Sin buscar más preocupaciones, acercándome ya a la dirección que me pasó más temprano, traté de olvidar todos los problemas mágicos para enfocarme en el único espacio de calma y normalidad que tenía en mi vida en esos instantes: Paris.

Sabía que no podía perder el tiempo, pero luego de todo lo que he descubierto...necesito pensar. O no pensar. Y Paris es el ideal para ello.

Detuve el auto en la vereda frente a una casa bastante común de la zona, los hogares en ese barrio se encontraban separados por varios metros para dotar de privacidad y eso era una suerte, pero aun paranoico traté de que nadie notase que se trataba de mí. Esperé unos segundos afuera, ordenando mis pensamientos y asegurándome que todas las sensaciones de estar acompañado por deidades y criaturas desaparecieran lo máximo posible, últimamente estaban demasiado...intensas.

Las energías eran muy violentas como para ignorarlas, pero podía hacer el intento.

Bajé y antes de llegar a la puerta la vi abrirse, pero no fue Paris quien me recibió sino Ed. Sus rizos rebotaron y alzó la mirada hacia mí con una gran sonrisa, algo llevaba en las manos pero no pude verlo, lo escondió a sus espaldas antes, así que solo fue consciente del movimiento.

—¡Rex! Paris dijo que llegarías más tarde —su sonrisa tembló pero no se borró bajo ningún concepto. Se apartó, dándome paso.

—El ensayo terminó temprano, hey ¿Hay algún problema con los vecinos si dejo el auto afuera? —señalé —. Preferiría guardarlo en el garaje.

—Sí, claro, el gara-NO —se interrumpió de pronto, alzando la voz de forma aguda ¿qué demonios? —. Quiero decir-, sí. Sí, pero Mateo tiene las llaves. Mira, pasa, llamaré a Paris y le diré a Mateo. Pasa, pasa.

La filosofía de Rex Gold.Where stories live. Discover now