XV. Algo extraño ocurre

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Paris era como colisionar con una supernova

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Paris era como colisionar con una supernova. Era como el nacimiento de una estrella nueva. Era como las olas del mar que golpeaban con la costa y como el chocolate caliente en un día lluvioso. Paris era magia, pura y sana, de la que me mantenía con sonrisas todo el día y con el calor en mí pecho.

Y aun así, le ignoré durante toda la semana.

En parte queriendo mantenerme alejado para tener la mente clara, en parte por lo lleno con el trabajo que estuve. Los conciertos no eran cosa fácil, entrevistas que hacer, contratos que firmar y sonrisas que regalar ante cámaras que me amaban, el tiempo se me hizo poco y solo pude alcanzar en contestarle a Paris un par de mensajes muy escuetos que nada dejaban en claro.

Y en otra gran parte, porque el jodido cazador me contacto y tenía que planear muy bien mis siguientes movimientos.

No podía huir eternamente, teníamos una cita.

Con Paris...y con el cazador. Joder.

Él, yo y el resto de No Control, pero sería la primera vez luego del beso que vería a Paris de nuevo. Estaba nervioso, mucho, las palabras de los Dioses se repetían en mi cabeza constantes junto a la lectura de runas que no lograba olvidar. Pero mi parte mortal, esa que luchaba por mantener la careta de la humanidad ante el mundo seguía recordándome que estaba mal, que la edad era un factor importante y que más que nada: éramos figuras públicas.

Que horrible esto de adaptarse a los tiempos. Antes no era tan difícil.

Y por otro lado, ya habían pasado quince días desde el contacto con el cazador. Teníamos que vernos...y por alguna razón, aunque pensé en cancelar con Paris y el resto, no pude, en especial porque los planes incluían acercarse al sitio donde me reuniría con el cazador y sí, hay demasiadas cosas mal en esa frase. Lo sé, soy consciente.

Pero siempre he sido de creerme capaz de muchas cosas. Puedo con esto y será muy seguro.

Sí.

Claro que sí.

Nada puede salir mal.

Cuando aparqué al frente de la casa de Paris y miré hacia ella, lo primero que capté fueron a Anne y a él en el jardín principal, agachados en la tierra con las manos metidas en las jardineras, entre las flores y plantas. Me tomé un momento para admirarlo en su trabajo, aunque ambos habían desviado su atención al auto, preferí no salir aun y pasar saliva para pensar.

Debía hablar con él. Sí. Eso tenía que hacer. Debíamos aclarar las cosas y tenía que hacerlo entrar en razón. Y quería besarlo otra vez.

No, coño. Contrólate Rex.

Vi a Paris sacar las manos de la jardinera y se sacudió en los pantalones, sus rodillas estaban manchadas de tierra y lodo, se veía tan nervioso pero radiante. Respiré hondo, agarrando fuerzas antes de salir del auto.

La filosofía de Rex Gold.Where stories live. Discover now