I. El premio robado

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La situación era esta: me estaba quedando ciego

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La situación era esta: me estaba quedando ciego.

Metafóricamente hablando, porque a alguien le pareció una excelente idea poner tanta pirotécnica junto a los focos cuando el escenario estaba lleno de espejos. Me pican los ojos, no veo absolutamente nada y para rematar también me están zumbando los oídos. No es que me queje (solo un poco), amo presentarme y cantar frente al público, invisible e inexistente para mí en ese momento gracias al equipo técnico. Sentía felicidad y gozo al hacerlo, así que un poco de ceguera y sordera momentánea no eran absolutamente nada cuando la satisfacción era más grande.

Los focos se apagaron al momento que mi presentación terminó. Gracias al cielo, esa era mi señal para salir del escenario y por fin descansar. Apretando el micrófono entre mis dedos cubiertos por el guante de cuero con purpurina plateada mientras el público me alaba, me despido de todos; La banda al fondo había dejado de tocar para recogerse con rapidez, mientras yo echaba a correr tras bambalinas. Los asistentes se tiraron encima de mí con toallas, botellas de agua, ayudándome a quitar los cables y el micrófono, apartándome y guiándome lejos para que el espectáculo pudiera continuar sin problemas.

Detrás de mí, mi esclavo personal-...quiero decir, mi manager, me gritaba algo sobre ser más decente en televisión internacional y como siempre no lo escuché. No tenía tiempo para eso, no había descanso para los artistas, pues apenas terminaron de sacarme los cables tuve que correr a cambiarme, adiós cuero y brillos y hola traje de tres piezas.

Me veo de puta madre.

Albert, alias "Al", mi manager, continuó gritándome, creo que dice algo sobre escucharle pero no lo estoy escuchando en verdad, mi estilista tiene cosas más interesantes que decirme. De fondo podía escuchaba las voces de los presentadores anunciando nominados y ganadores a las categorías. Tenía que darme prisa.

—¿Me estás escuchando siquiera, Rex? ¡Hijo del demonio, vas a hacer que mi ulcera explote!

Decidiendo que ya lo había ignorado lo suficiente, lo miré por el reflejo del espejo mientras acomodaba un par de cabellos sobre mi frente.

—Pasaré por alto ese comentario insultante sobre mi madre —repliqué. Oh, estoy tan guapo. Estaba perfecto, diablos, siempre estaba perfecto ¿para qué mentir? —. Y, entonces ¿qué parte de mi increíble e inolvidable presentación fue una idiotez? Porque no sé tú, pero yo me vi brillar ahí afuera ¿Oíste esos altos? Deberías estar orgulloso.

Quería matarme. No había que ser un erudito para saber eso, todos saben los dolores de cabeza que le causo al pobre, siempre ha querido matarme o mínimo darme un coscorrón, vivimos en esa constante relación de amor-odio, pero es buena gente y en realidad nos llevamos bien. Le doy las gracias a mi estilista y me levanté, acomodando las mangas del traje y enderezando en su lugar los anillos que recubren mis dedos con las uñas pintadas de negro.

—La parte donde besaste a Sebastián, quizás. —Se quejó Al —. Ya sabes, tu guitarrista principal.

—¿Quieres decir la parte que me asegura ser el tema principal de todos los noticieros y revistas de farándula por al menos una semana? —Salí del camerino, Al venía refunfuñando como un viejo gruñón. Pobre, cuarenta años que junto a mi lo hacen verse de sesenta. Exagero —. Sí, bueno, de nada por la estrategia publicitaria. Me estoy quedando atrás en las listas.

La filosofía de Rex Gold.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن