XVIII. La fama es una mierda

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—Déjame ver si entiendo

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—Déjame ver si entiendo...Fuiste de manera total y absolutamente no coaccionada a reunirte con uno de estos cazadores, que cabe destacar, es el hijo de la loca que te quiere muerto al parecer, y él, con toda su buena voluntad del mundo ¿Dejó que le tocaras la puta alma?

Dicho de esa forma y con el tono de voz con el que Mykal solía recriminarme las cosas, sonaba bastante inverosímil.

Asentí.

—Es más como su centro de energía, no su alma —intervino Bonnie, sentada sobre el reposabrazos del sofá—. Tocar el alma es más complicado. Puede llegar a matar a alguien.

—Pero sí, básicamente eso —dije.

Mykal arrugó la cara con horror. Jeb, quien caminaba alrededor de la sala bebiendo un vaso de licor negó con una sonrisa temblorosa.

—¿Y dices que lo que sentiste ahí fue magia divina? —continuó. Volví a asentir —.Que de alguna forma se siente igual a tu firma mágica.

—Lo cual es una firma única en cada brujo y no puede replicarse —dijo Bonnie, orgullosa.

Mykal le mostró los dientes, siseando como un gato.

—No necesito una puta enciclopedia ahora mismo.

—Estoy intentando que entiendas para que todos estemos en la misma página —se quejó ella. —. Estamos buscando una explicación.

No sé en qué momento mi casa pasó de ser una silenciosa, hermosa y solitaria casa de soltero —que no estaba soltero—, a un centro de investigación y de reunión de teorías. Creo que estoy siendo algo exagerado con el nombre, pero con Jeb, Mykal y Bonnie debatiendo en mi sala no tengo otra manera de llamarlo.

Pude haber prescindido de ellos, pero la verdad era que necesitaba ayuda para atar los cabos.

Jeb alzó su vaso en el aire al señalarme.

—Yo tengo una teoría, y creo que es la misma que tienes tú. Porque...Rex, a mí las fechas me dan.

—No quería decirlo —Mykal bufó, tomando lugar en el suelo. Faraón saltó de alguna parte, seguro debajo de la mesa, para ir con él —. Pero hay una posibilidad de que-

—¿De que yo sea exactamente lo que están buscando y no de forma figurativa porque puedo encontrarlo, sino porque...lo soy? —Dije, y Jeb afirmó con la cabeza—. Sí. Yo también lo estoy pensando y no me gusta.

Si la energía mágica que sentí se sentía idéntica a la mía, solo que una contraparte no tan podrida, solo había una explicación. En la magia no existían grises para estos casos: las firmas mágicas eran únicas, como las huellas dactilares, y dentro de ese cazador sentí la mía.

O mejor dicho ¿Yo tenía la misma que ellos?

Eso, de hecho, podía explicar algunas curiosidades. Como la facilidad que tuvo el hechizo de comunicación para funcionar. Y tenía sentido, porque las palabras del cazador no eran tan lejanas a la realidad: mi nacimiento trajo su desgracia. Ellos desaparecieron y yo nací, pero había una gran laguna de información perdida ahí mismo, y una sola persona era capaz de llenarla.

La filosofía de Rex Gold.Where stories live. Discover now