XVI. Problemas en el paraíso

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Aparqué el auto en la calle frente al Fairy Folk

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Aparqué el auto en la calle frente al Fairy Folk.

Por alguna razón un ambiente tenso y tirante había quedado luego del accidente en casa de Paris, y no sabía si era mi percepción de la situación por la extraña sensación, o si de verdad así ocurría. Solo sabía que una vez salí de ahí, el silencio de mi cabeza se esfumó.

No es que tuviera personas, bueno, dioses, hablando todo el tiempo. Era como tener estática, un ruido muy bajo que jamás se apagaba y no me era molesto, creo que jamás escuché a un brujo quejarse de ello, era como sentir la magia fluir por nuestro cuerpo, como un estado de conexión constante, de advertencia. No fui consciente en qué momento volvió, solo que a mitad de camino, cuando las marquesinas brillantes de Rivershire se reflejaron en el tablero del auto, la voz de una de las deidades bromeó sobre querer una de esas para su altar.

Me quedé mirando de reojo las luces de neón de la entrada. El murmullo de las voces de los chicos mientras hablaban era un simple fondo, mis pensamientos eran más altos y escandalosos.

—Rex.

Miré por el retrovisor hacia Ed.

—¿Qué pasa?

—Baja los seguros. —dijo Ed.

—Ah.

Hice lo que me pidió y apagué el motor. Toqué un montón de cosas que no sé por qué lo hice, quizás fue para darme una excusa a seguir pensando.

A lo mejor estoy dándole demasiadas vueltas a algo que no tiene nada de lógica.

—Muy bien, escuchen las reglas: nada de follar sin condón, que no los graben follando ni comiéndose a nadie, no acepten bebidas que ninguno pudo ver explícitamente como preparaban y destapaban las botellas. Si el hielo no flota, huyan y cuidado con andar tocando sin permiso a la gente. Si son participes de la poligamia, tríos, intercambio de parejas o parecidos, pregunten antes si a su compañero le agrada y no es celoso —comencé a explicar, intentando involucrar de la forma más natural todo el cuidado que un grupo de humanos podría tener con los cazadores más peligrosos de Rivershire una noche de fiesta: hadas. —. ¿Entendimos?

Los cuatro asintieron.

Jake levantó la mano. Alcé una ceja.

—¿Sí? —pregunté.

—¿Hay paparazzis?

—Puedo dar fe que la seguridad del Fairy Folk es impecable. —señalé —. El problema es fuera. Ahora salgan, detrás de mí.

Chasqueé los dedos para animarlos a salir y acércanos a la entrada. El segurata del frente nos señaló la puerta VIP, no hicimos fila, y por supuesto que aquellos que esperaban a entrar miraron sorprendidos al grupo que avanzó a mi lado, cuchichearon con emoción y para nuestra suerte ya todos habían entrado cuando lograron sacar sus teléfonos.

La filosofía de Rex Gold.Where stories live. Discover now