II. Máscaras

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El problema con las malas noticias es que nunca sabes cuando llegan

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El problema con las malas noticias es que nunca sabes cuando llegan. Y cuando lo hacen, se quedan ahí punzando como un condenado bicho que no te deja en paz, resonando al fondo de tu cabeza haciéndote preguntar ¿Cuándo será la próxima vez que ocurra?

Mi vida está llena de malas noticias, es lo que tiene vivir con la sangre negra salida del infierno, es el día a día de los seres sobrenaturales. Vivimos de las malas noticias, porque nos asocian a ellas o nos culpan por ellas. Y ahí, parado en medio de la masacre que quedó en La Torre de Babel no podía sentir más que malas noticias que continuarían llegando. Y nada parecía pararlas.

Lo intenté todo, gasté cada una de mis mejores ideas y me quedé sin nada, pero no había firma mágica. Lo intenté mil veces, con mil hechizos distintos, de mil formas diferentes, pero no había nada, solo el hedor de la muerte adueñándose de cada rincón entre las paredes y las mesas de billar. Lo poco que los cazadores habían dejado era imposible de rastrear, nada era de ayuda.

Ese día me preocupé un poco más.

Para el mundo mortal, La Torre de Babel solo había cerrado por remodelaciones, para el mundo mágico era otra historia. Los hombres más fieles del capitán de policías Christian Sutton se encargaron del desastre, e inclusive él intentó tanto cómo pudo obtener algo que pudiese servir para tener alguna pista de los cazadores. Pero no había nada.

En ello radicaba el miedo, porque escuchar de ello era una cosa, pero ser testigo de lo que esas frías hojas dejaron atrás era algo totalmente distinto. Si algo así había ocurrido en un lugar tan calmado como lo era La torre de Babel ¿Qué aseguraba que no pudiese ocurrir en otros sitios? Eso era lo que deseábamos evitar. Más malas noticias.

Muy dentro de mí, una parte estaba preocupada por las terribles coincidencias que tenía en frente ¿tenían los cazadores que ver, desconocidos, con el hombre chamuscado de aquella tarde?

Faraón tenía sus dudas, Mykal estaba paranoico y no era para menos. Pero yo prefería ignorarlo por el momento, pero jamás olvidarlo: en este mundo las coincidencias no existían.

Lo único que tenía en claro era que los cazadores merecían un puñetazo en la cara.

No sé en qué pensaba cuando dije que hablar con ellos sería una buena idea. No había logrado dar con ninguno, estaban negándose a conversar con nuestro lado, quien sabe por qué ¡Ni Moonstone, que no se atrevió a cogerme el teléfono!

Estancados con lo poco que teníamos, el trabajo tampoco me permitió entrometerme mucho más. Entre sesiones, cámaras, entrevistas, publicidad y ensayos la semana se alargó en estrés y preocupaciones, al menos esperaba que el evento con el que terminaba fuese suficiente para relajarme aunque sea un poco. Debía cantar el final de temporada de un programa de talentos muy famoso de la ciudad y no podía decir que no. Jamás diría que no a esas oportunidades aunque el otro lado de la ciudad esté cayéndose a pedazos.

La filosofía de Rex Gold.Where stories live. Discover now