INTERLUDIO IV

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—¿Sabes quiénes son los Acker?

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—¿Sabes quiénes son los Acker?

El zorro alzó la mirada cuando la pregunta resonó en él. Su hermana estaba sentada en el sofá a sus espaldas, con una pierna en alto y la máscara de ciervo bien agarrada a su rostro mientras el largo cabello caía por doquier. De fondo podía escucharse el suave rumor de las olas del mar en su habitual vaivén, y el típico aroma de sal marina recubría sus narices en cada respiración, siempre había demasiada humedad en el puerto marítimo.

Alan se encogió de hombros y continuó afilando sus dagas.

—¿No son parte de los fundadores de la ciudad? —preguntó al aire —. Estaban con este tal Irons ¿No?

—Estaban en el museo cuando fuimos. Su diario y todo eso ¿Recuerdas? Leímos lo de la hidra de la que me hablaste.

—¿Y?

—Y pidieron una reunión con mamá —dijo Elain, enderezándose en el sofá. Hizo una mueca al mover la pierna, pero terminó sentándose —. Con la cazadora. Estuve ahí con ella.

Alan dejó la piedra de afilar a un costado y se giró hacia su hermana. La sorpresa en su rostro era imposible de verse por la máscara, pero la rapidez con la que giró dijo lo suficiente.

—¿Qué pasó con los Acker? —le preguntó a su hermana.

—Se sentaron frente a nosotras y por su propia cuenta hicieron todas las pruebas para comprobar que no eran ningún tipo de criatura —contó Elain —...y las pasaron todas. No son nada. Pero tienen magia y una muy rara. Esos ojos no son humanos, pero no quisieron decirnos de qué se trataba. Intentamos averiguar por fuera, pero lo único que sabemos es que los Acker siempre han estado benditos por la magia de alguna forma.

—¿Y eso que tiene que ver con todo esto?

—Que a mamá le preocupa no saber cómo matarlos.

—¿Quiere matarlos?

—Mamá siempre quiere matar todo lo que no venga de nuestra línea —dijo Elain, Alan tuvo que darle la razón —. Además hubo una clara amenaza, que dejáramos el bosque en paz o veríamos las consecuencias.

—Eso quiere decir que nuestras teorías estaban bien ¿no? Hay cosas en el bosque.

—Claro que hay cosas en el bosque, idiota —continúo la chica, y le lanzó una bola de papel a su hermano —. El reino de las hadas está ahí, y esos- esas cosas que nadie ha visto pero se sabe que están ahí. Al parecer no nos quieren cerca.

Alan atrapó la bola de papel en el aire.

—Eso le da más sentido a los escritos en el museo —dijo el zorro —. Decían que eran leyendas y mitos.

—Sabemos que no son leyendas, bobo.

—Ya, y por eso es más que obvio que no nos quieren cerca —explicó Alan —. El diario decía "cuiden lo que hay en el bosque"...y nadie sabe que es. Solo que está. Jamás ha dado problema y ahora nosotros nos queremos meter porque a nuestra madre le canta en sus santos ovarios ¿Qué más pasó ahí?

La filosofía de Rex Gold.Onde histórias criam vida. Descubra agora