Todos conocemos la leyenda de la vela, la leyenda que otorgo los dones a los Madrigales.
Pero, ¿Conocen la leyenda de cuándo el mal encarnó en una persona, para intentar acabar con los Madrigales?
¿No?
Tranquilas, se las contare yo.
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Oía que la llamaban a lo lejos.
—_____— la voz misteriosa la volvió a llamar.
Escuchaba su nombre como un eco, a lo lejos, pero que a la vez rebotaba el sonido dentro de su mente.
Era como estar en un limbo. No podía responder, sin embargo podía escuchar con claridad la voz por la que le llamaban.
—¡_____! —exclamó más fuerte, ocasionando que la castaña abriera sus ojos de par en par.
Su respiración se volvió agitada, y sus articulaciones las sentía débiles y temblando, sin mencionar que sudaba frío.
—¡Señora Rosa, ya despertó! —anunció la persona a su lado.
Pero no tenía las fuerzas suficientes para voltear, solo se dedicaba a ver el techo gris que se encontraba arriba de ella.
—Tranquila, aquí estoy, ¿sí? No tardará en venir —animó la voz, que cada vez se hacía más y más clara.
Los sonidos comenzaban a escucharse más claros, y empezaba a recobrar sus sentidos al cien por ciento; permitiéndole mover ligeramente su cabeza.
—¿...Camilo? —murmuró en un hilo de voz.
El chico la miró con ojos dulces, y asintió.
—Sí, _____, soy yo. No te esfuerces demasiado, por favor. —pidió con una sonrisa que la tranquilizaba.
La joven bajó su mirada, encontrándose con que su mano era tomada por la mano de Camilo, quién le dejaba suaves caricias reconfortantes con su dedo pulgar.
_____ no quitó el agarre, simplemente sonrió y cerró los ojos, queriendo descansar.
Lo cuál no pudo suceder, pues su tía azotó la puerta del cuarto, alarmando a los dos que estaban ahí.
—¡_____! —gritó la señora, apresurándose a acercarse a donde estaba acostada —¡Mi niña! ¡¿Estás bien?!
—Sí, tía, lo estoy —aseguró con una media sonrisa —Pero...¿qué sucedió?
—Te trajeron del orfanato a la casa —explicó su tía, sentándose la orilla de su cama —Un doctor viene en camino, pero estábamos muy preocupados.
La señora le mandó una mirada pícara a ella, haciendo referencia a que-no solo ella estaba preocupada-si no también Camilo.
—Oh, sí, bueno yo...—tartamudeó Camilo—Y-yo vine en cuánto supe que te encontrabas mal. Espero que no haya problema.
—No, no para nada —sonrió con un leve sonroso en sus mejillas.
Camilo también le correspondió con la sonrisa, sin evitar tampoco un sonrojo.
