Todos conocemos la leyenda de la vela, la leyenda que otorgo los dones a los Madrigales.
Pero, ¿Conocen la leyenda de cuándo el mal encarnó en una persona, para intentar acabar con los Madrigales?
¿No?
Tranquilas, se las contare yo.
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Desde que se enteraron que Estela había salido del orfanato, se sintieron algo alarmados.
Era como saber que un prisionero había salido de la cárcel, o al menos así hacían la comparación.
Pero, ya habían pasado algunas semanas, y ni siquiera se la habían encontrado, por lo que estaban tranquilos en lo que cabe.
En especial _____, que después de confrontarla de esa manera en el orfanato, sabe que no volvería a meterse entre ellos dos.
_____ se había quedado con Camilo en su casa, iban a comer-cenar, así que la joven quiso ayudar a la familia en lo que pudiera.
—¿Hay algo que pueda ayudar? —preguntó a las señoras.
Julieta, Pepa y Alma estaban cocinando, y Félix junto con Agustín estaban prendiendo un horno de barro.
Camilo estaba junto con sus primas arreglando la mesa, podía ayudarles a ellos, pero la castaña prefería ayudar a algo que involucra cocinar.
Después de todo era sobrina de Doña Rosa, la señora que, según el pueblo, tiene el mejor sazón después de Doña Julieta.
—¿Sabes hacer sopa? —preguntó Alma, quién cortaba algunos vegetales.
—Claro, sé un poco de todo —respondió, yendo con la señora para esperar las indicaciones.
En especial quería demostrarle a Alma de todo lo que ella era capaz. Sigue recordando lo que le dijo en la boda de Dolores, y sigue algo dolida de su orgullo, por lo que aprovecharía todas esas situaciones para convencerla de que la subestimaba.
Se arremangó las mangas y vio la olla de agua hirviendo. Con el simple olfato podía saber que ya le habían puesto el recaudo.
Justo cuando se iba a poner a cocinar, Alma la interrumpió.
—_____, ¿crees que pudieras ir por mis lentes?
La joven volteó con la señora, observando que de verdad le costaba trabajo ver cortar los vegetales.
—Sip, ¿Dónde están? —preguntó.
Aunque mentalmente no podía dejar de preguntarse por que le pidió ese favor a ella.
—En mi recámara, de lado del buró.
La joven asintió y camino fuera de la cocina.
Alma sonrió con suficiencia cuando la vio irse, ganándose la mirada decepcionada de sus hijas.
—¿Qué? —cuestionó con la ceja enarcada.
—Nada, mamá, solo deberías de dejar de ser tan difícil con _____ —respondió Julieta, encogiéndose de brazos.
—Es parte de la prueba —se defendió, pero eso hizo que sus hijas alargaran sus caras.
—No solo no la apruebas, sino que también crees que es parte de lo que esta sucediendo con la vela...genial...—dijo con sarcasmo Pepa.
