Todos conocemos la leyenda de la vela, la leyenda que otorgo los dones a los Madrigales.
Pero, ¿Conocen la leyenda de cuándo el mal encarnó en una persona, para intentar acabar con los Madrigales?
¿No?
Tranquilas, se las contare yo.
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Al rededor de dos semanas habían pasado desde que Carlos se le declaró a _____. Se podría decir que los primeros días fueron un tanto incómodos, pero al día de hoy ya no lo eran. Simplemente siguieron su relación como amigos.
Hace unos días que _____ tomó prestado uno de los libros de Carlos, así que ahora que ya lo había acabado, quería ir a entregárselo.
Tocó a la puerta, esperando que Carlos le abriera, pero nada.
—¿Hola? ¿Carlos? — preguntó desde afuera.
Al no haber repuesta pensó que seguramente no se encontraría en casa, así que dio media vuelta con la intención de retirarse.
—¡Te voy a destrozar!
La joven dejo de caminar y regresó a la puerta, preocupada por la amenaza.
—¿Ah, sí? ¡Vele rezando al de arriba!
—¿Camilo...? —murmuró con extrañeza al escuchar la voz de él.
Sus nervioso empeoraron cuando escuchó un fuerte estruendo. Imaginándose lo peor, abrió la puerta y se apresuró a llegar hasta donde se escuchaban todos los gritos.
—¡Hey!— exclamó _____ —¡Dejen de pele-
Sus palabras fueron incompletas al ver a Camilo y Carlos con dos máscaras de lucha libre. Carlos arriba del sofá , con una almohada arriba de la cabeza de Camilo. Camilo en suelo, con otra almohada cubriéndose para poder protegerse.
—¿Qué...—trató de formular una pregunta, pero cerró la boca al no hallar las palabras para comenzar.
—¡Te lo podemos explicar! —dijo Camilo rápidamente, parándose del suelo y moviendo la manos con nerviosismo.
Carlos, por otro lado, le lanzó la almohada que tenía a _____ en la cara; ocasionando que está se fuera para atrás.
—¡Oye! —se quejó al sentir el frío suelo.
—¿Y eso por qué? —preguntó Camilo, extrañado de la acción.
—Lo siento, entre en nervios y fue lo primero que se me ocurrió —contestó, seguido de una risa nerviosa.
Camilo se acercó a _____, ofreciéndole su mano para poder pararse. La joven la acepto gustosa y se paró.
—En realidad no necesitan explicarme porque jugaban a los luchadores— dijo, sonriendo con algo de diversión —Lo que sí me sorprende es verlos llevándose así de bien.
Carlos y Camilo rieron. Era cierto. Igual ellos se sorprendían que ahora se llevarán bien.
—Bueno...resolvimos el problema que teníamos desde niños— explicó Camilo —Así que sí, somos amigos.
