III

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"—¿Qué haremos con la bestia?

—Hasta que no recibamos órdenes del señor Winfrey, se quedará aquí con nosotros.

—Pero no podemos seguir manteniendolo drogado hasta entonces.

—No, así que antes de que despierte, póngale cadenas en muñecas, tobillos y cuello. De ese modo será más fácil poder controlarlo.

—Si debemos hacer eso para poder controlarlo, es evidente que no tiene lealtad hacia su dueño.

—¿Y quién la tendría luego de lo que le obligaban a hacer?"

Sí, ya conocía la frase "la curiosidad mató al gato", pero no le importaba mucho en ese momento. Ella quería ver mejor a ese muchacho, y más ahora que sabía que estaba despierto.

Se escabulló en la habitación de la casa donde lo tenían encerrado, y lo observó sentado en una esquina de la jaula, de espaldas a ella.

Era de madrugada, y el custodio que se suponía debía cuidarla, también se había ido a dormir, por lo que fue fácil escapar de su habitación. Lo difícil había sido entrar a la habitación del muchacho, pero con un poco de flexibilidad, y gracias a su tamaño pequeño y delgado, lo había conseguido hacerlo por un ventiluz.

Con pasos lentos y suaves, se acercó hasta la jaula, confiada, ya que sabía que lo tenían encadenado.

—Oye, sé que estás despierto... ¿Estás bien? ¿Necesitas algo? —murmuró.

Pero él no respondió, continuó en la misma posición. Quizás no la había escuchado.

—¿Por qué te tienen aquí? —habló en un tono un poco más alto, acercándose más a él.

Y al ver que no se volteaba, decidió rodear la jaula. Fue entonces que al tenerla frente a él, le gruñó, frunciendo el ceño. Jeniffer lo observó con temor, y se hizo rápidamente hacia atrás.

—T-Tranquilo, sólo... Quiero ayudarte.

—¿Ayudar? —gruñó mirándola, mostrándole sus colmillos.

La jovencita castaña asintió con la cabeza, sin poder dejar de mirar su dentadura. No sólo gruñía, también tenía dos pares de colmillos muy filosos por lo que podía ver.

—M-Mira, no tengo n-nada —le dijo enseñándole ambas manos—. No voy a h-hacerte daño.

La miró a los ojos, y luego dejó de gruñir, adoptado una pose tensa de todos modos, serio.

—Quiero ayudarte, pero para hacerlo, necesito saber porque mi padre te tiene aquí.

—¿Padre?

—Sí, mi padre, Edward Winfrey.

El pelirrojo volvió a gruñir al escuchar aquel nombre.

—Tu padre, ser persona muy mala —gruñó con rabia.

Más allá de lo que había dicho, lo que más la sorprendió, fue la forma de hablar de él. Al parecer, no hablaba su idioma, y tenía un acento bastante extraño.

—¿De dónde eres? ¿Cómo fue que él... Te consiguió?

—Kanat'ma.

—¿Kana...? —repitió con confusión.

—It'ta kanatita (soy kanatita) —repitió—. Kanat'ma.

—Kanat'ma —murmuró mirándolo a los ojos—. ¿Dónde es eso? Jamás había oído de ese lugar.

El muchacho negó con la cabeza, y se hizo hacia atrás, apoyando su cabeza contra una de las barandas de la jaula, cerrando los ojos.

—¿Qué tienes?

—Cansado —pronunció bajo.

—Debe ser muy incómodo para ti intentar dormir así —le dijo con pena—. ¿Por qué te tienen atado?

—Yo peligroso.

—¿Eres peligroso? ¿Q-Qué quieres decir?

Abrió los ojos y la miró por un momento.

—Matar humanos, como tú.

...

LaxelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora