XXXV

2.9K 381 23
                                    

Según sus cálculos, debía estar de dos meses. Pero ¿Por qué su vientre se veía más grande? Había buscando imágenes de mujeres embarazadas, y su panza se veía más grande.

Ya no sé vestía como antes, sólo usaba ropa holgada, que le cubriera la panza la mayor parte del día. Lo único positivo, es que su padre no estaba casi presente en su hogar. De lo que iba aquel mes, sólo lo había visto dos veces.

Necesitaba hallar la forma de poder tener una consulta con un ginecólogo, sin que su padre lo supiera... Necesitaba saber cómo iba su embarazo, como se encontraba su bebé.

Había pasado un mes desde la última vez que había hablado con Laxel, él le había asegurado que se encontraba bien, que la extrañaba, que al igual que ella, anhelaba el momento de volver a estar juntos.

Y ese deseo parecía tan lejano.

Su padre aún seguía con custodia extrema, Jennifer no tenía permitido salir de la casa, y no sabía cuánto tiempo más tendría que pasar hasta que eso cambiara.

—Yo sólo deseo que tú estés bien —pronunció en un tono bajo, acariciando su panza—. Por favor, debes mantenerte pequeño, nadie puede saber que estás aquí, no hasta que logremos huir.

Mínimo, unos cuantos meses más, hasta que su padre sintiera que ella ya no estaba en peligro.

***

—Tienes buen peso, pero te falta tonificar ¿Entiendes? De nada sirve tu porte, sin la musculación necesaria.

Estaban ambos en la casa de Lashel, en la isla helada. Al final, Laxel había aceptado trabajar con él, gracias a la presión que le había puesto el moreno, con respecto a las necesidades de su futura familia.

—Vamos a empezar de a poco, sube a la máquina de correr —le dijo poniéndole los valores—. Esto es para que entres en calor —sonrió—. Cuando yo era un crío, no teníamos estas cosas, nos hacían correr por la isla descalzos, llevando sólo un pantalón corto, y nada más. O nos acostumbrábamos a las circunstancias, o moríamos en el intento.

—¿Cómo aprendiste tantos idiomas? —le preguntó Laxel comenzando a correr.

—Kanatita, malaptetita y eritmatita los aprendí gracias a una prostituta de Eritma —rio, señalándose luego con una mano por debajo del pectoral—. Son pequeñas, me llegaba por aquí, pero muy inteligentes. Son mujeres realmente hermosas, y muy sabias.

—No conocí nunca a una eritmatita.

—No sabes de lo que te pierdes, maestras del placer. Pero además, tienen una belleza única. Ura'Elie es el nombre de la muchacha que me enseñó, un metro cincuenta y cuatro medía, cabello y ojos negros como el carbón, piel canela, labios sensuales, y una sonrisa tan sexy, provocadora, que podías perderte en su perfecta dentadura blanca, mientras hablaba.

—Parece que fue más que un simple polvo —sonrió divertido Laxel.

Lashel lo observó, y luego se encogió de hombros, aumentando la velocidad de la máquina.

—En mi vida, tener a alguien especial, importante, es una debilidad.

—Eso quiere decir que-

—Vivimos seis meses juntos —lo interrumpió, recordando a la jovencita—. La dejé una noche cuando ella, después de tener sexo, me confesó que ya no quería trabajar como prostituta, para formar una familia conmigo. En ese momento supe que debía irme.

—¿Y ella estuvo de acuerdo con eso? —le inquirió en un tono algo agitado.

Lashel miró un momento hacia abajo, y luego sonrió, una sonrisa vacía.

—Me fui de madrugada mientras dormía... No volví a pisar Eritma nunca más.

...

LaxelWhere stories live. Discover now