VIII

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La observó a dormir, en aquella posición en el suelo, y entonces entendió porqué estaba haciendo todo aquello. Jeniffer estaba abrazando sus piernas, tal vez tenía frío, y más pequeña y frágil lucía de aquel modo.

Laxel se sentó junto a ella, y le tocó uno de sus brazos, comprobando que su piel no tenía mucha temperatura.

—Jen, despertar.

—¿Hm?

—¿Frío? ¿Tú frío?

—¿Si tengo frío? —preguntó en un tono adormilado.

—Sí.

—Mm, sí, tengo un poco de frío, pero no te preocupes, estaré bien.

Le acarició suavemente el hombro, y luego la espalda, ya que ella estaba acostada de costado, intentando de algún modo, mediante la fricción, generarle algo de calor.

Ella no era como él, los humanos eran muy frágiles con los cambios de temperatura, y necesitaban ropa para poder conservar el calor.

—Necesitar ropa.

—Sí, sí debemos seguir ocultos en la selva, necesitaré ropa —pronunció con los ojos cerrados, hecha un ovillo en el suelo.

—Poder regresar a la casa y buscar ropa para ti.

—O podríamos ambos regresar a la casa, y yo quedarme con los custodios y tú huir, para que no te atrapen y ser finalmente libre.

—¿Custodios? ¿Qué ser custodios?

—Los hombres que estaban conmigo, eran mis custodios, mis guardaespaldas. Mi padre los envió conmigo para protegerme.

Laxel la miró curioso, en silencio. ¿Y esa era protección que el viejo le había dado? ¿Tan patética e insignificante? Si incluso un grupo de hombres con lanzas y flechas los habían asesinado.

—Jen, custodios estar muertos.

—¿Q-Qué? —pronunció aturdida, sentándose rápidamente—. ¿Cómo que están muertos? ¿C-Cómo lo sabes?

—Tú tener —le dijo levantando siete dedos de sus manos, enseñándole a ella—. Así de custodios ¿Verdad?

—Sí, siete, Paul, Dante, Máximo, Steven, Fabrizio, Gastón y Oscar ¿Por qué?

—Bueno, ellos estar muertos. En la casa, haber así de muertos —explicó enseñándoles cuatro dedos—. Otros estar muertos en la selva ya.

Jeniffer lo observó aturdida por varios segundos, y luego negó con la cabeza, al mismo tiempo en que sus ojos se cubrían de lágrimas. No, no podía ser posible... A Paul y Dante los conocía desde que era niña, siempre habían estado trabajando para su padre, desde que tenía memoria.

—Lo siento —murmuró al ver lo afectada que estaba ella.

—E-Ellos eran como m-mi familia. Ahora estoy completamente sola —sollozó cubriéndose los ojos con una de sus manos.

—Yo estar contigo —pronunció en un tono bajo—. Ayudar, cuidar a ti.

—Gracias —sollozó sin mirarlo.

La observó y luego suspiró, antes de acercarse a ella y abrazarla. Sabía que los humanos hacían eso cuando estaban tristes. Y vaya que Jeniffer necesitaba un abrazo en ese momento.

—Promete que siempre vas a estar conmigo, que no me dejarás también... Por favor —le pidió suplicante, llorando.

—Prometo.

Ella asintió con la cabeza y se abrazó a él, sollozando. Lo único que necesitaba en ese momento era sentirse protegida, y con Laxel lo estaba consiguiendo. Sentía que podía confiar en él.

—Jen, tú necesitar ropa.

—Pero tú dijiste que están muertos, no podemos regresar allí.

—Escuchar —le dijo con calma, tomándola de los hombros para que lo mirara a los ojos—. Yo ir a la casa, no ser peligroso, tú quedar aquí ¿Sí?

—Pero si me quedo sola, me matarán —pronunció al borde de las lágrimas una vez más—. Y tú prometiste no dejarme.

La tomó de su mano y entrelazó su meñique con el de ella.

—Regresar, promesa.

...

LaxelOn viuen les histories. Descobreix ara