XXXIV

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Abrió los ojos sorprendido, antes de reír. No podía ser cierto ¡Era increíble!

—¿Maíz? ¿Eres tú? —preguntó riendo.

El muchacho rubio al escuchar aquel apodo, que hacia años no oía, se giró rápidamente y observó aturdido al tipo que ahora estaba parado frente a él.

—No creí que volvería a verte jamás, y mucho menos en esta isla ¿Qué estás haciendo aquí?

—Lashel, yo no creí verte en esta isla ¿Qué haces tú aquí? —le inquirió aún aturdido Maizak.

—Me encontré con un kanatita, y lo traje aquí, pero eso no tiene importancia. Cuéntame ¿Que has hecho de tu vida? ¿Sigues trabajando con la zorra?

Maizak frunció el ceño, y le luego se levantó un poco el pantalón, para mostrarle su prótesis.

—Hace años no sé nada de Esther, y este fue su último regalo para mi. La perdí intentando salvarla.

—Todos sabíamos que ibas a terminar así, o muerto. Demasiada lealtad le tenías a esa puta —le dijo en un tono de desaprobación, negando con la cabeza.

—Era joven y estaba enamorado.

—Calentura más bien. En fin, me alegra saber que sigues vivo, y por lo que se ve, bien, libre, eso es lo importante.

—¿Y tú qué estás haciendo de tu vida?

—Trabajo por cuenta propia ahora —sonrió divertido—. Me va bien.

—¿Has formado una familia?

—Pff, eso es para los imbéciles, para los débiles. Yo estoy bien estando solo.

***


Se había encontrado con la madre de su hijo, después de casi una semana buscándola, ya que la mujer no vivía en la tribu de hembras, sino en el Este, de dónde él venía. Y después de hallarla, le había dicho que su hijo ya no vivía con ella... Había dejado al niño en la selva, y por lo que había oído, se encontraba en la tribu de machos.

Tres días más le había llevado poder llegar hasta el grupo de machos, y al momento de ver al niño por primera vez, después de once años, no tuvo duda alguna que era su hijo. El mismo color verde de ojos, el cabello pelirrojo y ondulado, tan parecido a él.

—Famet.

El jovencito se giró y lo observó confundido, expectante. Era la primera vez que veía a ese macho en la tribu.

—¿Si?

Laxel sonrió suavemente e intentó acercarse a él, pero Famet se hizo hacia atrás, gruñendo bajo.

—Tranquilo, hijo, yo soy tu padre —pronunció en un tono emocionado, que se notaba en su voz algo temblorosa.

—¿Mi padre? —preguntó frunciendo el ceño.

—Sí, tu padre, fui secuestrado de la isla cuando tú eras un bebé muy pequeño, tenías sólo unos días de nacido.

El niño lo miró y luego negó con la cabeza, sin dejar de fruncir el ceño.

—¿Y por qué estás aquí ahora?

—Me han liberado, y volví aquí para conocerte, para estar contigo. Yo-

—Llevo cuatro años viviendo aquí, solo —lo interrumpió—. Tenía cinco cuando mi madre me dejó en la selva del este, y seis cuando llegué hasta aquí. No sé quién eres, no sé cómo te llamas, y no me importa quien dices ser. El lazo que alguna vez existió entre tú y yo, ya no existe. Vivo por mi cuenta, solo, y no necesito a nadie más.

—F-Famet.

—Vive como mejor puedas en la isla ahora que has regresado —pronunció dándole la espalda para marcharse, indiferente.

Laxel lo observó irse, sintiéndose tan vacío.

—Tremendo trocillo de mierda engendrastre —rio Lashel, llegando hasta él—. Mínimo un "me alegro que estes vivo, papá" "gracias por regresar y buscarme" "ahora no estaré solo", nop, sólo te dió la espalda, con todo el resentimiento del mundo, y se fue... En fin, así son los críos hoy en día —sonrió apoyando una de sus manos en el hombro de Laxel, luego de suspirar—. ¿Qué harás ahora?

—Creí que te habías ido de la isla —pronunció en un tono bajo el pelirrojo, mirando aún en dirección donde se había ido Famet.

—Nah, aún tengo unos días libres, y no fue difícil encontrarte. Además, aún sigue en pie mi oferta.

—No quiero asesinar a más personas, ni aunque me paguen por eso.

—Recuerda que muy lejos de aquí, tienes una humana embarazada, esperando tu hijo, que con suerte, ese si te querrá. Necesitas dinero para mantenerlos —sonrió—. Un bebé no vive sólo de amor.

...

LaxelWhere stories live. Discover now