XI

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Hace un tiempo atrás, en el este de Kanat'ma...

Él no solía participar en las puestas del kok'ta Kanat'ma, pero comenzaba a considerar que ya era tiempo de tener un hijo, un descendiente. A su edad, la mayoría de los machos tenía al menos una "cría".

Y no era fácil para los machos del Este socializar, debido a su personalidad apática, un tanto gruñona, y quizás hasta aburrida para las jóvenes hembras.

Los hombres solían ser bastantes ermitaños.

Pero allí estaba Laxel de todos modos, merodeando por la tribu del centro y la de hembras, porque él no formaría parte del grupo de solteros. Eso de tener que estar rodeado de otros kanatitas, compartiendo tiempo y actividades juntos, no era lo suyo.

Y aunque luego de la primera semana había perdido las esperanzas para aquel año, ya que parecía no cumplir las expectativas de ninguna hembra, una mujer lo había aceptado.

No era joven, ya era bastante madura, y tal vez por eso ella también lo había aceptado a él, al no tener muchas opciones por escojer.

De esos encuentros, había nacido un pequeño niño pelirrojo, al cual habían nombrado Famet (Llama)... Con quién no había podido compartir mucho tiempo.

***

—Lax, vamos a practicar un poco —sonrió.

—¿Practicar? —pronunció confundido, formando los cimientos de lo que sería el refugio para ellos.

—Sí, practicar mi idioma, para que sea más fácil para ti entenderme, hablar.

—No interesar.

—¿Cómo que no te interesa? —rio divertida —. Será más fácil para los dos comunicarnos.

—Tú irte, y no servir para mí después.

—Sí, supongo que en algún momento me irán a encontrar, pero hasta entonces, sería más fácil para los dos hablar.

—Hm.

—Entonces ¿Quieres que te ayude a hablar mejor? —sonrió—. Yo puedo corregirte cada vez que digas algo, será más fácil para ti memorizar las frases. Especialmente los verbos.

—Bien —le dijo no muy interesado.

Le daría la razón por el simple motivo de que estaba concentrado, y ocupado, con el refugio.

—¡Perfecto! Empecemos entonces —sonrió emocionada.

***

Le había asegurado que no era peligroso, que no habían nativos cerca, y es por eso, que ambos habían ido a una laguna cerca de su refugio, para poder tomar un baño. De noche la temperatura bajaba mucho, pero durante el día, el calor era sofocante.

—¡Que rica se siente el agua! —exclamó antes de volver a sumergirse completamente en el agua, nadando.

Laxel la miró curioso ¿Rica se siente el agua? ¿Qué querría decir con eso? Él por su parte estaba sentado junto a una roca, con el agua cubriéndole por debajo de los pectorales.

—Ven, mójate la cabeza —sonrió nadando hasta él.

—No gustar eso.

—No ME gusta eso, repite conmigo —sonrió suavemente—. No me gusta eso.

—No me gusta eso —repitió despacio.

—¡Eso es! Lo haces muy bien. Oye —pronunció con sorpresa, mirándole la cabeza—. Tus... Tus orejas ¿S-Son cómo las de un g-gato?

Él acortó la distancia que quedaba entre ellos, y bajó su cabeza ante ella, para que pudiera apreciarlas mejor. Jennifer corrió con cuidado un poco de su cabello alborotado y sonrió sorprendida al ver dos orejas felinas, un tanto puntiagudas, en una tonalidad un poco más oscura de cabello.

—Son muy bonitas —pronunció enternecida—. ¿Puedo tocarlas?

—Sí.

Las rozó suavemente con sus dedos y sonrió.

—Son tan suaves, me encantan.

—¿Decir de verdad?

—Lo dices de verdad —sonrió.

—Lo dices de verdad —repitió mirándola a los ojos.

La castaña lo miró también, y sonrió.

—Sí, lo digo de verdad.

...

LaxelWhere stories live. Discover now