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03 de julio 1890

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03 de julio 1890.
Saint Paul, Minnesota.

Olivia bajó del carro y abrió su paragua para protegerse de la llovizna.

Llevaba un vestido azul con una capa que se abrochaba en su cuello, era un atuendo cómodo y simple, casi todos los atuendos lo eran desde que se habían dejado de usar las crinolette y los polisones, pero todavía seguía fiel a su corsé y dudaba mucho llegar a dejarlo algún día. Algunas mujeres no los disfrutaban, pero ella sentía que, para su altura y sus lamentables problemas de postura, era hasta una bendición a la que se había acostumbrado rápidamente, por no olvidar que acentuaba su figura.

Pasó por sobre el charco estancado a un lado de la calle y fue por la acera de hormigón apresurando sus pasos para evitar mojarse. No era un día de tormenta (todavía) pero la llovizna era incluso peor y lo que podía provocar resfriados en las personas, así que quería intentar pasar la menor cantidad de tiempo posible bajo el agua.

Cruzó la calle hacia la farmacia de Smith y un hombre que pasaba por la zona se adelantó a abrirle la puerta para ayudarla a salir de la lluvia. Le agradeció con una sonrisa y el hombre la saludó con su sombrero y continuó su rumbo.

Las farmacias en el siglo diecinueve eran agradables, aunque a veces tenían un fuerte olor a químicos. El frente tenía cristales que permitía ver el interior y las cosas exhibiéndose en las vidrieras, siempre había algún que otro cartel con anuncios que si no fuera por la llovizna Olivia habría leído. El suelo era de madera y el señor Smith colocaba una alfombra pequeña en la entrada los días de lluvia para que la gente se secara los zapatos antes de estropear su piso. Había estantes cubriendo todas las paredes y un mostrador en el centro donde Smith atendía o a veces algún hombre o mujer al cual le pagaba. Estaba la balanza donde se pesaban las medidas exactas de lo que cada cliente pedía y en los estantes cientos de frascos con sustancias y etiquetas identificándolas.

Smith ya la conocía porque Olivia era un cliente frecuente que siempre le visitaba para reponer su enfermería y quien algunas veces venía acompañada con Harvie.

El hombre le sonrió cuando la vio entrar y cerró el libro que leía marcando la página con un pequeño doblez.

—Veo que ni siquiera el mal clima podrá detenerla de conseguir sus remedios, señora Morgan.

—Un poco de lluvia nunca ha hecho daño a nadie y si he de ser honesta, la tierra lo necesitaba —. Se quitó el saco y él lo tomó para colgarlo, normalmente ella podía pasar varias horas en la farmacia inspeccionando cada nuevo producto que había llegado desde su última visita para decidir si quería llevarlo—. Hacía tiempo no llovía.

—Tiene razón, este verano empezó con todo. ¿Le puedo ofrecer algo para tomar? Justo planeaba prepararme un café.

—Es muy amable, señor Smith, muchas gracias.

Smith dejó el banco para irse hacia la cocina a preparar la bebida y Olivia inspeccionó los frascos sobre los estantes. Smith era un hombre de altura promedio y algo delgado, se conservaba bien y era unos años más joven que ella (de la edad de Jonathan, cincuenta y tres años). Tenía un mostacho y el cabello corto y casi siempre engominado. Se apreciaba que era un hombre limpió que siempre olía a colonia y vestía muy prolijo, parte del crédito de su buena apariencia él se lo concedía a su esposa, quien siempre lavaba y planchaba su ropa y le ayudaba a peinarse todas las mañanas.

Vidas cruzadas: El ciclo. #3 COMPLETA. +18. BORRADORWhere stories live. Discover now